jueves. 28.03.2024

El hostelero Silver Roca iba a abrir por todo lo alto al público su nuevo restaurante en Oleiros (A Coruña) el viernes 6 de noviembre, igual que el alicantino Jesús Carrasco, que reformó durante el mes de octubre el bar que estaba deseoso de poner en marcha en Lugo. Pero llegó la orden de cierre de la hostelería en 60 municipios gallegos y pasó lo inevitable. Abrieron un día, la víspera, y ahora preparan comida para llevar. Tras dos años al frente de la cafetería "Café Poniente", en el núcleo oleirense de Santa Cristina, Silver Roca decidió en mayo de 2020 reformar un local situado encima, que es propiedad de su padre, para abrir también un restaurante.

 

"Sabíamos que no era la mejor época, pero en verano los datos no eran tan malos", cuenta en una charla con Efe este empresario, que apunta que, a medida que la obra iba avanzando los contagios aumentaban, pero ya no podían echarse atrás. Con el local preparado, esta semana hizo una inauguración íntima, que consistió en invitar cada día a algunos amigos para que probaran la carta con la idea de abrir al público el viernes por la noche, pero el miércoles llegó el anuncio de la Xunta que confirmaba sus peores sospechas: la hostelería cerraba desde el 6 de noviembre -el día de su apertura- y durante un mes en seis decenas de localidades. Y Oleiros era una de ellas.

 

"Fue un golpe duro, porque estábamos muy ilusionados con la apertura, recibiendo reservas y teníamos muchísima mercancía", asegura Roca, que explica que, como en un primer momento se dijo que la orden de cierre entraría en vigor a las 15.00 horas, tuvo que llamar a todos los clientes que ya habían reservado para cenar y cancelar. No obstante, escogió no lamentarse y ponerse manos a la obra con el reparto a domicilio y la comida para llevar, de modo que, en un tiempo récord, adaptó la carta, compró el material necesario y cambió su idea de negocio. Ahora, un repartidor, dos cocineros y él continúan trabajando, mientras que los otros cuatro empleados del restaurante están en ERTE.

 

La misma suerte ha tenido el hostelero Jesús Carrasco, quien preparó su nuevo bar en Lugo, llamado "O Cruce", y decidió inaugurarlo el 5 de noviembre, conocedor de que al día siguiente tenía que cerrar. Con todo, decidió seguir adelante. La apertura, cuenta el dueño del local en una conversación con Efe, fue "muy bien", ya que asistió más gente de la que esperaba para darle "ánimos", y tuvo "muy buena acogida". Por ello, se ha puesto a empaquetar sus especialidades, como las croquetas caseras o las paellas alicantinas -entre otras tapas típicas de su tierra-, para comercializarlas por la ventana de su establecimiento, situado en la Estrada Vella de Santiago.

 

"Ya me quitaron la ilusión una vez y no me la van a quitar dos", enfatiza Carrasco, quien se vio obligado a cerrar su antigua cafetería en marzo, por culpa de este coronavirus, y ya no pudo volver a abrirla. Pese a ello, se quedó con las ganas de continuar con su gran pasión, la cocina, de modo que estuvo buscando un establecimiento hasta que consiguió alquilar el que tiene ahora, el cual ha estado reformando desde la primera semana de octubre, llegando incluso a cambiar la cocina entera. Aterrizó Jesús en Galicia hace dos años, con mucha esperanza, y no la pierde. Ahora está en una zona de la ciudad de Lugo donde le toca "empezar otra vez de cero" porque allí no es conocido. No obstante, confía en que sus tapas triunfen. Sus expectativas, desde luego, las tiene claras: "Los diez o doce años que me quedan para jubilarme quiero terminarlos aquí, en el café bar O Cruce".

Inauguran un día y cierran al siguiente: el caso de dos bares gallegos