viernes. 19.04.2024

Gonzalo Caballero Míguez (Ponteareas, 1975) concurre a estas elecciones autonómicas como cara visible y receptor último de los votos del PSdeG por primera vez desde que asumió su cargo como secretario general del partido en Galicia hace cerca de tres años.

 

En este tiempo al frente de la organización, Caballero ha conseguido ir encadenando buenos resultados electorales en municipales y europeas, incluso históricos en las generales de abril de 2019, para un partido que ha sabido navegar con el viento de cola que soplaba desde Ferraz.

 

Sin embargo, todavía falta por testar cuánto de ese apoyo es atribuible al magnetismo del liderazgo de Pedro Sánchez y cuánto al trabajo de un PSdeG cuyo líder, desde su llegada al cargo, no ha parado de recorrer Galicia, agrupación por agrupación, para tratar de estimular la movilización en un partido hasta hace poco tiempo atrás en letargo y afectado por graves divisiones internas.

 

Es por ello que, por si acaso, en estas elecciones autonómicas, Caballero no ha querido despegarse demasiado de la rueda ganadora del PSOE de Sánchez y ha centrado su campaña electoral en exhibir sintonía y colaboración con el Gobierno central y con la dirección federal del partido, que le ha correspondido con un considerable despliegue de ministros y altos cargos.

 

Hasta hace unos meses todo parecía encajar en el plan del dirigente socialista para asaltar la Xunta tras más de una década de dominio incontestable del PPdeG, aunque, en los instantes más decisivos, la súbita aparición de la pandemia del coronavirus trastocó el guion trazado meses e incluso años atrás.

 

En las semanas previas a la suspensión de los comicios gallegos, allá por los meses de febrero y marzo, un Caballero convencido de sus posibilidades de relevar a Alberto Núñez Feijóo como presidente del Ejecutivo autonómico se atrevía a vaticinar que, tras la cita con las urnas, la representación de los populares en el Parlamento gallego se quedaría reducida a 33 o 34 escaños.

 

Así se lo decían los datos internos de su partido, al que el brutal impacto del coronavirus en la sociedad y en la economía ha obligado a modular su discurso e incluir un nuevo mensaje: la crisis que se avecina hace “más necesario que nunca” un gobierno progresista en Galicia que colabore de forma leal con Madrid y tome las medidas de avance que esta autonomía necesita.

 

Desde Ferraz y desde O Pino han intentado convertir estas elecciones gallegas, además de en una disputa por el control de la Xunta, en un plebiscito en el que los ciudadanos deben aprobar la gestión del coronavirus realizada por parte del Gobierno central en medio de una desescalada y una nueva normalidad todavía a prueba y amenazada por rebrotes como el de A Mariña.

 

El desenlace todavía permanece incierto en un escenario cambiante y difícil de predecir por ser los primeros comicios que se celebran tras la pandemia más grave en el último siglo, por lo que Caballero no ha querido perder el ánimo en su difícil tarea y, en estas últimas horas de campaña, ha pisado el acelerador a fondo para tratar de recabar los últimos votos que le permitan completar su labor. Jornadas maratonianas, discursos más beligerantes con el papel del Gobierno gallego y visita de pesos pesados del Gobierno central como Salvador Illa, José Luis Ábalos o Pedro Sánchez protagonizan las últimas horas de la campaña socialista de este 12J.

 

Aun así, el nivel de participación será uno de los grandes jueces este domingo del resultado electoral y, por consiguiente, del éxito del proceso de reconstrucción de un PSdeG con tensiones internas todavía latentes y que, en función de lo que dicten de las urnas, podrá acceder por tercera vez en la historia a la presidencia de la Xunta, recuperar el liderazgo de la oposición a Núñez Feijóo e intentar armar una alternativa sólida de aquí a cuatro años o recaer en las luchas por el control del aparato que han marcado su trayectoria reciente.

Caballero encara el sprint final de la campaña aferrado a la rueda de Sánchez