viernes. 19.04.2024

Estás en casa un poco aburrido y abres la nevera para picar algo. Este gesto, a priori inocente e inevitable en días de confinamiento, puede desencadenar el horror para quien padece bulimia, al igual que una cena en familia puede ser sinónimo de ansiedad para quien tiene anorexia. Y es que, para las personas con trastornos alimentarios, la obligación de permanecer en casa para frenar la propagación del coronavirus supone un doble castigo: a la privación de libertad se le suma el incremento del riesgo de caer en conductas perjudiciales para su salud.

 

"La alimentación es su válvula de escape cuando no saben cómo gestionar una emoción, ya sea la incertidumbre, el estrés o el aburrimiento", explica a Efe el Doctor Fernando Fernández Aranda, jefe de la Unidad de trastornos alimentarios del Hospital de Bellvitge.

 

Según datos de la Fundación Fita y de la Asociación española para el estudio de estos trastornos, en España hay unas 400.000 personas -mayoritariamente mujeres- que sufren anorexia nerviosa (se deja de comer), bulimia (atracones seguidos de vómitos) o trastornos por atracón (se come compulsivamente pero después no se purga). Una de ellas es Ylènia, de 27 años, que recibió el alta hace unos meses pero recayó en febrero.

 

Vive sola y suma más de un año y medio de baja por trastorno de la conducta alimentaria y ansiedad. Su primera reacción ante el confinamiento fue "comer mucho" -"galletas, pan, nada equilibrado", precisa-, lo que le hizo engordar. Ante el aumento de peso, el siguiente paso fue dejar de comer, sobre todo cuando estaba sola, por lo que se fue a pasar el confinamiento a casa de su pareja. "Ya no es algo tan descontrolado porque estoy con alguien, alguien que es consciente al 100 % de lo que me pasa y que me ha ayudado a estabilizarme.

 

Si no me hubiera confinado con él, ahora mismo sería un desastre. Creo que habría dejado de comer, me habría encerrado en casa con la ansiedad y la depresión; una excusa perfecta para seguir alimentando este trastorno", relata Ylènia. La experiencia de esta joven coincide con la lectura que hacen varios especialistas consultados por Efe, que destacan que la pérdida de rutinas, la ansiedad y el exceso de tiempo libre es el peor enemigo para quien se enfrenta al confinamiento con un trastorno alimentario a cuestas.

 

En el caso de las anoréxicas -en femenino porque la mayoría son mujeres-, la psicóloga sanitaria Diana Rigata advierte que "la sensación de estar en casa, sin poder moverse, puede multiplicar el pensamiento obsesivo en relación a la comida".

 

En el caso de las bulímicas, "las horas muertas pueden llevar a un bucle de ingerir y vomitar, hasta siete veces en un día". Y algunos enfermos aseguran que incluso más. Montserrat Guarda, coordinadora de trastornos alimentarios del Grupo ITA, especialistas en salud mental, expone que, si para quienes viven solos el problema es el descontrol, para los que están en familia lo más complicado es evitar una escalada de la conflictividad.

 

Las personas con trastornos alimentarios, desarrolla, tienden a aislarse y son muy irritables, por lo que el contacto permanente con otros miembros de la familia, también sometidos a un fuerte estrés, fácilmente puede traducirse en discusiones. De hecho, la psicóloga Diana Rigata cree que el confinamiento puede ser un momento clave para que familiares o compañeros de piso detecten si alguien de su entorno tiene algún problema de este tipo.

 

"Es lo mismo que pasa en períodos vacacionales", dice. Tanto desde el Hospital de Bellvitge como desde ITA, uno de los grupos privados que tienen profesionales y clínicas especializados en este tipo de trastornos en Cataluña, se han habilitado mecanismos para seguir a los pacientes en tratamiento de forma telemática estos días, ya sea mediante sesiones por videoconferencia, por teléfono o por correo.

 

Además, en estos y otros centros hay teléfonos de contacto disponibles para cualquier persona que sienta que está teniendo problemas para comer de una forma ordenada, haya sido diagnosticada antes o no.

El confinamiento, un doble castigo para quien padece un trastorno alimentario