sábado. 20.04.2024

Cuando todo un país está paralizado y solo se mantienen las actividades estrictamente fundamentales hay un negocio ilícito que no descansa en estos días de confinamiento colectivo y de máximas precauciones ante la pandemia del coronavirus: el de los narcotraficantes.

 

Por mucho que las restricciones de movilidad, el cierre de fronteras terrestres y la fuerte presencia de cuerpos y fuerzas de seguridad en calles vacías se lo pongan complicado, grupos organizados y también pequeños traficantes no desisten y tratan de encontrar rendijas para seguir operando durante el estado de alarma.

 

Es un goteo que no cesa: 3,7 toneladas de cocaína en dos lanchas en la ría de Arousa, 600 kilos de cocaína camuflados bajo cajas de bananas en un contenedor en el puerto de Valencia, un velero con 4 toneladas de hachís en aguas de Baleares, un camión en el puerto de Algeciras con 125 kilos de hachís... Y son solamente las operaciones frustradas por las fuerzas de seguridad.

 

El fiscal superior antidroga, José Ramón Noreña, apunta a Efe que la prolífica actividad de los narcos continúa pese a que las restricciones excepcionales por el coronavirus afectan a su operatividad y a su logística. "Lógicamente", apunta, las medidas de control estarán dificultando su actividad, pero ya se encargarán de buscar "huecos" para seguir a lo suyo. Otra cosa es que haya mercado, apunta Jaime Gayá, jefe de Aduanas en Galicia.

 

Gayá sostiene que el consumo se está desplomando por una sencilla razón: los clientes finales están confinados en sus casas, lo que hace que la distribución de la droga se antoje "muy difícil". Apenas hay "mercado minorista", añade.

 

Cuestión aparte, admite, es que las organizaciones de narcotraficantes busquen acumular existencias para cuando se levanten las restricciones. Incide el jefe de Aduanas en Galicia en que el estado de alarma plantea para este negocio ilícito "una situación bastante peculiar".

 

Por un lado, ofrece "ventajas", como que los cuerpos y fuerzas de seguridad están "volcados" en la atención a la emergencia sanitaria por la pandemia del coronavirus; pero también "inconvenientes". Y es que "cualquier movimiento, por pequeño que sea, llama mucho la atención", incluso el de un coche que se aproxime a una zona de costa de noche, ejemplifica.

 

"Por un lado les complica las operaciones, pero por otro les da ventajas, ahora no hay nadie en las calles", tercia en este debate un agente que lucha contra el narcotráfico en la costa de Cádiz. Por eso la vigilancia policial no ha cesado, especialmente en puntos calientes como la costa andaluza, y se mantienen los operativos para evitar que las redes de narcotráfico aprovechen el confinamiento de la población para trasladar en sus lanchas alijos de hachís desde Marruecos a España.

 

En las dos últimas semanas la Guardia Civil ha aprehendido 5.626 toneladas de hachís en diversas operaciones desarrolladas en Huelva, Sevilla, Cádiz, Algeciras, Málaga y Almería, en las que han sido detenidas 58 personas y en las que se han incautado nueve embarcaciones y doce vehículos.

 

La actividad de los narcos gallegos no es tan frenética, al menos en cuanto a la cantidad de alijos, aunque se intuye movimiento constante, según trasladan a Efe fuentes policiales, que advierten de que pese al coronavirus su presión sobre estas redes no se ha rebajado un ápice. El jefe de Aduanas en Galicia hace un matiz: del grado de necesidad y de urgencia de culminar operaciones de transporte de estupefacientes y del estado de maduración de las mismas dependerá que arriesguen más o menos estos días.

 

No es lo mismo, esgrime, que haya habido una entrega de dinero en garantía que el que apenas se esté esbozando un transporte con vistas a un escenario diferente al actual, en el que se levanten o al menos se relajen las restricciones.

 

Gayá subraya que operaciones de gran calado, como el alijo frustrado de 3,7 toneladas de cocaína en las rías Baixas a finales de marzo, "llevan muchos meses de maduración", y atribuye a la casualidad que el desembarco previsto coincidiera con el estado de alarma activado en España, y en Portugal, el de emergencia.

 

"Traer un barco desde Sudamérica y descargar la droga en lanchas no es cuestión de un día ni de dos. Esto se tuvo que organizar con bastante antelación. No creo que lo planificaran para aprovechar esta circunstancia. Fue una coincidencia", defiende. Más le llama la atención que para este operativo en concreto se rescatara un método de descarga de droga "a la vieja usanza", a través de planeadoras.

 

Nada que ver con el narcosubmarino interceptado con más de 3.000 kilos de cocaína el pasado noviembre también en las rías Baixas. Jaime Gayá atribuye esta circunstancia al "exceso de producción en origen", en países de Sudamérica, y a la necesidad de las organizaciones de narcotraficantes de hacer llegar la droga a los lugares de consumo, en Europa, "por todos los medios".

 

En Andalucía, efectivos de Vigilancia Aduanera se incautaron el jueves pasado de 2.000 kilos de hachís que fueron arrojados al mar en Huelva desde una embarcación semirrígida. Los narcos se vieron sorprendidos por las fuerzas de seguridad y decidieron deshacerse de la droga para huir.

 

A estos alijos se sumarán seguramente otros que no han podido ser detectados, y que en algunas ocasiones han dejado pistas de que, seguramente, con el estado de alarma los narcos tienen una necesidad más acuciante de ahorrar tiempo. El 16 de marzo agentes de la Guardia Civil de Almería localizaron un semirremolque de grandes dimensiones atascado en la orilla en la playa de Guardias Viejas (El Ejido).

 

Los agentes creen que los narcos lo utilizaron para transportar una de las potentes lanchas semirrígidas que se usan para llevar cargamentos de hachís desde Marruecos a España y que, al ser ahora prohibidas, se ocultan en lugares más lejanos de la costa y son conducidas en grandes camiones hasta los puntos de botadura.

 

En este caso posiblemente las prisas hicieron que aproximaran demasiado el semirremolque al agua y que, al quedar atascado en la arena, los narcos prefirieran abandonarlo para huir antes.

 

Pese a que la actividad del narcotráfico no ha cesado, tampoco es la misma, y también han ocurrido cosas que, según fuentes policiales, dan idea de las "collas" (como se conoce a los grupos de jóvenes que se organizan cuando va a haber una descarga para vigilar y desembarcar los fardos de las lanchas) tienen ahora tiempo para dedicarse a otras "batallas" no menos reprochables y para dar motivos para ser detenidos por otras cuestiones.

 

Fue el caso ocurrido el pasado 24 de marzo cuando 28 ancianos de una residencia de Alcalá del Valle que había sufrido un grave foco de coronavirus fueron trasladados en autobuses y ambulancias hasta una instalación de la Línea de la Concepción para que realizaran allí su confinamiento y aislamiento.

 

Mientras recorrían los poco más de cien kilómetros entre una localidad y otra, varios hombres, algunos de ellos conocidos por sus relaciones con las redes locales del narcotráfico, trataron de alentar una revuelta, difundiendo vídeos y audios en las redes sociales en las que conminaron a los suyos a salir a la calle para tratar de impedir la entrada en el municipio del autobús con los ancianos contagiados.

 

Unos cincuenta vecinos del barrio de La Atunara participaron en unos disturbios que llevaron a seis detenciones. De una forma u otra, ya sea en el norte o en el sur, el mensaje de los narcos es unitario y diáfano: que nada, ni siquiera una pandemia, los va a frenar.

El narcotráfico no guarda cuarentena