La ubicación del Monumento al Trabajo, conjunto escultórico de Ramón Nieto conocido como Os Redeiros y ubicado a los pies de la Gran Vía de Vigo, vuelve a estar en el punto de mira del alcalde, Abel Caballero, que este lunes lo ha señalado como un obstáculo al acceso de “decenas y decenas y decenas de miles de personas” que quieren acceder a las recién estrenadas rampas del bulevar.
“Cuando la gente empieza a subir se encuentra con que en el primer tramo no hay acera porque hay una escultura que lo ocupa todo”, ha dicho en rueda de prensa el alcalde, que ha culpado al presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, de una situación cuya solución pasa por reubicar la estatua. Según el alcalde, la gente se amontona al inicio de la rampa, lo cual “es un problema” cuando en plena pandemia las autoridades sanitarias aconsejan exactamente lo contrario, y además un riesgo, porque la escultura está rodeada de agua.
“¿Qué hacemos ahora? ¿Vallamos la escultura?”, se ha preguntado Caballero, que ha responsabilizado directamente al “gran deshacedor de Vigo”, como ha llamado a Feijóo, por no permitirle trasladar Os Redeiros, intención notablemente cuestionada en su momento por la ciudadanía. Caballero ha recordado, además, que Feijóo es también el culpable de que las rampas no lleguen hasta la Plaza de España, tal y como, según asegura, le reclama una ciudad cuya población ya ha pasado toda por las rampas, que son la atracción de la Navidad.
Las palabras de Caballero han tenido rápida respuesta por parte del Partido Popular, cuyo portavoz, Alfonso Marnotes, ha vuelto a insistir en que la creación del alcalde es “un adefesio gigante en el que caben muchas cosas pero rampas lo justo” pese a que han costado cinco millones de euros.
“Ahora resulta que al alcalde le parece que ha habido aglomeraciones de gente en la Gran Vía. Ya lo dijimos nosotros: la Gran Vía mide 26 metros de ancho y se han hecho unas rampas que miden poco más de un metro, sólo cabe una persona a lo ancho”, ha dicho Marnotes. Para Caballero, las rampas son “una escultura moderna, con lo que significa de ruptura con la tradición”, y la única razón de que no sean lo que el Ayuntamiento pretende y lo que, al parecer, reclama la ciudadanía, es la intervención contra Vigo del presidente de la Xunta, que “toma decisiones políticas contra la ciudad” sin pensar en sus consecuencias prácticas.
