viernes. 29.03.2024

"Entré en la cuarentena estando en cuarentena", dice Martiño de Lopo, que celebró su cumpleaños de una forma muy diferente, puesto que una comida que normalmente comparte con once comensales, esta vez ha contado con dos y él. También con una estricta seguridad se suceden ahora los velatorios y Rocío Cibes lamenta haber despedido a su abuela sin el conforto "ni del abrazo".

 

La pandemia del COVID-19 ha obligado a afrontar con otro cariz las celebraciones íntimas en las que no faltaban los seres queridos. Nuevas maneras impuestas por el estado de alarma actual que dejarán huella para siempre en la memoria de personas como Martiño y Rocío, pero también en las mentes de Lorena, de Antonio, Marta y Patricia. Los que han cumplido años en estos últimos días han tenido que olvidarse de los grandes festejos.

 

En la aldea de Caritel, en Ponte Caldelas (Pontevedra), Martiño sopló sus cuatro decenas de velas con menos allegados que de costumbre, pero sin por ello perder el humor. Ha estado con sus "segundos padres", sus tíos Didi y Fernando. El decreto sorprendió a este gallego en Caritel, como ha contado a Efe.

 

"Me advirtieron hace tiempo de que iba a notar mucha diferencia en mi vida cuando entrase en la cuarentena, pero tengo que reconocer que nunca imaginé que sería un cambio tan radical. ¡Sólo espero salir de la cuarentena antes de entrar en la cincuentena!", comenta. Y, de su aniversario el pasado 21 de marzo, se queda con este pensamiento:

 

"Cuando hay una situación complicada me gusta fijarme en la parte positiva, porque estamos bombardeados de información negativa pero hay que sobrevivir psicológicamente".

 

Agradece por ello que existan las redes sociales para hacer de este trago algo "divertido" por momentos. No en vano, él considera que hay que tener "un poco" del personaje de Roberto Benigni en la aclamada cinta "La vida es bella":

 

"Me parece fundamental que algunos seamos un poco locos para que la sociedad pueda mantener la cordura", observa. Un día antes de que él cambiase de prefijo, al 4, en Ourense, la periodista Lorena Rodríguez también saludó sus 42 primaveras, evidentemente, en su casa, "de encierro y pasándolo como se puede", ha relatado a Efe con risas de resignación.

 

"La única excepción que hice fue salir a la calle para comprar una tarta", revela Lorena, que después de comerse el pastel con su hija, su hermano y su madre, y de sentir con la barriga llena, menos pena; salió al balcón a aplaudir a los sanitarios, que "es otra forma de celebrarlo".

 

Pero también tuvo reunión familiar esa tarde, ya que el cumpleaños feliz resonó en su casa desde los altavoces de su móvil cuando sus hermanos, que viven fuera, le hicieron una videoconferencia para pasar un día especial, de algún modo, juntos.

 

La tecnología ha hecho que en el confinamiento se celebren hasta bodas. Es la vivencia de Antonio Méndez, que se iba a casar ese mismo día 20, y, por razones obvias, su pareja y él han tenido que aplazar la fecha, que se ha quedado para la posteridad como el "día 7 de confinamiento".

 

Pero, después de cenar como una noche cualquiera, recibieron una llamada con vídeo, que respondieron estupefactos al encontrarse a sus mejores amigos "con camisas, pajaritas, bien guapos, listos para celebrar una boda online", relata en su hilo de Twitter.

 

Uno de los instigadores de la sorpresa ofició la ceremonia que consistió en un "sí quiero" en pijama sobre el sofá de su salón en Murcia y en un emotivo brindis entre risas a través de una pantalla.

 

Así es también como muchos padres recibieron su felicitación una jornada antes, el 19, en el Día del Padre, efeméride que Patricia García solía vivir en familia, pero sus síntomas han hecho que este año fuese completamente distinto.

 

Tras una semana aislada en Tenerife, esta madrileña tuvo que felicitar a su progenitor por el mismo método empleado por la familia de Lorena. "Ha sido triste para mí porque todos los años salimos a comer por el Día del Padre y le hago regalos", detalla a Efe la joven de 23 años, que "nunca" había vivido una situación "tan excepcional" como esta. Patricia García consiguió al menos regresar a su casa un día después, el 20 de marzo, tras recibir la buena noticia de que no tenía coronavirus.

 

"Cuando llegué lloramos todos como locos", asegura, a la par que agradece, aunque fuese tarde, haber podido abrazar a su padre y dedicarle unas cariñosas palabras.

 

En A Coruña, Matilda llegó al mundo el pasado sábado sin los flashes que sí habían estado presentes en el nacimiento de su hermano Amancio en 2013.

 

La pequeña nació en el mismo hospital que él, pero en circunstancias muy distintas, las del confinamiento. Así las cosas, sin familiares, por las restricciones y medidas de prevención, y sin presencia apenas de fotógrafos y de cámaras. La niña, hija de Marta Ortega y Carlos Torretta, ha hecho al fundador del emporio textil Inditex, Amancio Ortega, que cumplirá 84 años el próximo día 28, abuelo por quinta vez.

 

La lista la completan el mencionado Amancio Jr. y los tres descendientes de su hija Sandra Ortega con Pablo Gómez: Martiño, Antía y Uxía.

 

Pese a que esta estampa haya impactado (los padres de Matilda llegaron solos al hospital Quirónsalud), los episodios más tristes son sin duda alguna los de aquellos que no pueden dar a sus parientes el adiós que les hubiese gustado, como le ha sucedido a la compostelana Rocío Cibes, que ha tenido que dejar ir a su abuela "en la más estricta intimidad por obligación".

 

"Ni os imagináis lo que es", escribe en su perfil de Facebook, "sin la misa que ella quería, sin su familia extensa, sin el calor de un beso, ni el apoyo de un abrazo". Por eso pide encarecidamente a la gente que se quede en casa, que no salgan si no lo necesitan, para "que todo esto acabe cuanto antes y no tengamos que seguir despidiéndonos de los seres queridos con frío, distancia y soledad".

"Entré en la cuarentena estando en cuarentena"