Lo que ocurre es que la cafeína del café y otras bebidas como el té o las bebidas energéticas, afectan a la segregación de esta hormona, por lo que si lo tomamos justo al despertarnos, cuando está en pleno apogeo, nos perderemos ese empujón natural que nos da nuestro cuerpo para afrontar el día.
Por si esto no fuera suficiente, está comprobado que, a la larga, la ingesta continuada de cafeína puede hacernos más tolerantes a sus efectos, lo que hace que con el tiempo acabemos necesitando más y más café para poder enfrentarnos a nuestros quehaceres.
Lo mejor es esperar aproximadamente una hora desde que nos levantamos hasta tomarnos la primera taza de café. Así su efecto, en vez de sustituir al del cortisol, lo complementará.