Hace unos meses la firma francesa Vincent Callebaut Architectures sorprendió con su propuesta “2050 París Smart City” integrada en el plan energético climático de París, con el objetivo de reducir de forma significativa las emisiones de gases de efecto invernadero y convertir a la capital francesa en una ciudad verde. Con este proyecto también se ofrece una alternativa al problema de la vivienda pudiendo aumentar la densidad, respetando la historia y monumentalidad de la ciudad de la luz.
Se trata de edificios de gran altura autosuficientes, ya que producen más energía de la que consumen a través de distintas técnicas de producción integradas en ellos, además de utilizar procesos naturales, como la retención de agua pluvial o la calefacción y refrigeración pasivas. Su uso combinaría lo laboral, con oficinas para empresas, lo residencial, con viviendas y lo comercial, con centros comerciales y supermercados repartidos en el interior de estos rascacielos, para reducir las emisiones de combustible al evitar desplazamientos por la ciudad. También contarían con jardines suspendidos comunitarios, para animar a los residentes al cultivo ecológico de sus propios alimentos, acercando la vida natural del campo al entorno urbano.
Actualmente hay un gran sector de la población muy concienciado con el respeto y la protección del medio ambiente, que se decantan por construir sus propias viviendas dentro de los parámetros de la sostenibilidad, recurriendo a estudios de arquitectura especializados en este tipo de construcciones. En internet existen páginas como homify, donde se puede obtener mucha información sobre este tema, con ideas y ejemplos de casas edificadas según estos principios, y profesionales y productos del sector.
El proyecto Smart City es muy inspirador, con sus edificios de aspecto orgánico evocando las plantas del bambú o el manglar, y las últimas técnicas y avances aplicados en ellos. Este es el caso de las torres de fotosíntesis, una especie de jardín construido en forma de espiral vertical recubierta de algas verdes capaces de realizar la fotosíntesis y producir biocombustible, o las torres anti-smog, edificios descontaminantes que a través de su estructura fotocatalítica de dióxido de titanio, atrapan el humo y las partículas perjudiciales del aire.
Aunque tendremos que esperar 35 años para ver si este sueño se convierte en realidad, esperemos que el resto de grandes ciudades tomen ejemplo de proyectos como éste y trabajen por mejorar nuestra calidad de vida y la protección del planeta.