Las pequeñas monedas de 1 y 2 céntimos, que llevan años circulando en nuestros bolsillos, podrían tener los días contados. Según el último Eurobarómetro, más del 60% de los europeos están a favor de eliminarlas, argumentando que su producción resulta más costosa que su valor nominal y que, en muchos casos, su uso ha quedado relegado por el incremento de los pagos con tarjeta y el redondeo de precios.
Opiniones divididas en España
Aunque el apoyo a su desaparición es mayoritario en Europa, en España el debate está más igualado. Solo el 47% de los españoles se muestra partidario de retirar estas monedas, mientras que el resto prefiere mantenerlas, aunque sea por un estrecho margen.
Las monedas de 1 y 2 céntimos tienen una presencia simbólica en la economía diaria, y algunos negocios todavía las utilizan como reclamo psicológico en los precios (el famoso "9,99 euros"). Sin embargo, su impacto real en las transacciones ha disminuido con la digitalización de los pagos.
El coste de mantenerlas
Uno de los principales argumentos para su eliminación es económico: producir estas monedas cuesta más que su valor real, lo que genera un gasto innecesario para los Estados que las emiten. Este factor, unido a la falta de uso generalizado, refuerza las voces que piden su retirada del mercado.
¿Qué pasaría si desaparecen?
Si las monedas de 1 y 2 céntimos se retiran definitivamente, se aplicaría un redondeo en los precios, ya sea al alza o a la baja, dependiendo de la cantidad. Esta medida, ya implantada en algunos países europeos como Finlandia o los Países Bajos, no ha generado grandes inconvenientes y ha simplificado las transacciones cotidianas.
Por ahora, seguirán en circulación
Aunque el debate sigue sobre la mesa, las monedas de 1 y 2 céntimos seguirán en nuestras carteras por ahora. Su posible desaparición no solo plantea cuestiones económicas, sino también sociales y culturales, ya que representan una parte del sistema monetario del euro.
Mientras tanto, la decisión final dependerá de cómo evolucione el uso de efectivo en una sociedad cada vez más digitalizada y del consenso que alcancen los países de la eurozona sobre su futuro.