El gran apagón que dejó sin electricidad a miles de hogares en Portugal el pasado lunes sigue dando que hablar. Más allá de los problemas en el transporte, las comunicaciones o los comercios, las autoridades sanitarias investigan ahora un caso que podría marcar un antes y un después: la posible primera víctima mortal asociada al corte del suministro eléctrico.
Se trata de una mujer de 77 años, con varios problemas de salud previos, que vivía en su domicilio en las afueras de Lisboa. Necesitaba un ventilador asistido las 24 horas del día, pero el dispositivo dejó de funcionar tras el fallo eléctrico. Según los datos disponibles, se llamó a los servicios de emergencia poco antes de las cuatro de la tarde. A pesar de que se envió asistencia médica al lugar, no fue posible salvarle la vida.
Ahora, el Ministerio de Sanidad portugués ha solicitado una auditoría para esclarecer las circunstancias exactas de la muerte y confirmar si efectivamente fue consecuencia directa del apagón.
Este caso ha reabierto el debate sobre cómo afecta una situación de este tipo a las personas más vulnerables. Para muchos ciudadanos, un corte de luz puede ser solo una molestia momentánea. Pero para otros, especialmente quienes dependen de dispositivos médicos, el suministro eléctrico puede ser cuestión de vida o muerte.
Mientras tanto, continúan las investigaciones sobre el origen del apagón, que afectó también a otros países europeos, y se estudian medidas para prevenir situaciones similares en el futuro.