jueves. 28.03.2024

"Ser cuidador es un trabajo del que no desconectas en ningún momento, es constante, son 24 horas diarias". Así lo define Begoña, una coruñesa que cuida diariamente a su tía, que padece Parkinson. Ella pertenece a ese colectivo que se deja la piel por los demás y con mayor intensidad en la pandemia, en la que "se duplicó el trabajo", afirma la también cuidadora Fátima. Este jueves, 5 de noviembre, se conmemora el Día Internacional de las Personas Cuidadoras, un gremio comprometido con aquellos que están en situación de dependencia, que ha visto incrementado y complicado su trabajo desde que comenzó la crisis sanitaria del covid-19, por el cierre de los centros de día y el deterioro de los mayores que atienden.

 

Es el caso de Begoña Maceiras, que hace cinco años dejó su trabajo en la hostelería a raíz de una operación de rodilla y desde entonces dedica todo su tiempo al cuidado de su tía Maruja, que tiene 86 años y fue diagnosticada de Parkinson hace más de veinte. A las 8.30 horas la despierta para darle la medicación, sin olvidarse de que treinta minutos después le toca la segunda dosis. A continuación la levanta de la cama, la asea, le da el desayuno y la ayuda a caminar. Con el confinamiento, Maruja "empeoró muchísimo", ya que antes andaba con un bastón y, tras dos meses sin poder salir, tuvo que valerse de una silla de ruedas.

 

"Eso es lo más duro, porque si le da el bajón a ella me repercute a mí", dice Begoña, que explica que "es muy difícil estar todo el día pendiente de una persona". En esta línea, asegura que notó el efecto del encierro por su "salud mental", al no poder desconectar saliendo de casa, y cuenta que, como cerró el centro al que acude su tía a hacer terapia, de la Asociación Parkinson de A Coruña, tuvo que intentar hacer ella "un poco de todo: de logopeda, de fisioterapeuta o lo que hiciese falta".

 

Además, su vida no ha vuelto a ser la misma, ya que tiene "miedo" de contagiarla y apenas sale de casa. "Paseamos por zonas en las que hay poca gente e intento ir al supermercado en las horas en las que está más vacío", relata. Begoña sostiene que la labor del cuidador "es muy dura", incluso más que la hostelería, porque en su antiguo trabajo en el momento en que se acababa la jornada "desconectaba", pero en este "son 24 horas diarias". "Salvo que tengas una persona así, es algo que la gente no es que no valore, es que no sabe en lo que consiste cuidar a una persona en esta situación", considera. La situación es similar para Fátima Rapela, que cuida de su madre Ana, diagnosticada de Alzheimer, una labor que compagina con su trabajo en un departamento comercial y de atención al cliente, que ahora realiza desde casa.

 

"Necesita que la laves, que la vistas, que le des de comer, que la levantes, que la sientes y que le hagas absolutamente todo", cuenta Fátima sobre su madre, que tiene problemas "desde hace tiempo" pero desde el confinamiento ha sido una caída "en picado". Ana acudía diariamente a un centro de Afaco en A Coruña desde las 9.00 hasta las 19.00 horas, por lo que, cuando este espacio cerró, el trabajo de Fátima "se duplicó".

 

Al prescindir de las terapias, su madre "empeoró muchísimo", ya que intentaba hacer con ella los ejercicios que le mandaban desde la asociación "pero en casa no quería hacer nada", relata la cuidadora. Es por esto que espera que, pese a las nuevas medidas restrictivas, no vuelvan a cerrar los centros de día, esenciales para los dependientes y también para que los cuidadores puedan hacer su vida, ya que su madre "no se puede quedar sola para nada". Aún así, se considera una privilegiada por poder "teletrabajar".

Cuidar de un dependiente, un trabajo de 24 horas que se duplicó con el covid