jueves. 28.03.2024

Las elecciones municipales son, en muchas ocasiones, relegadas a un segundo plano. Sin embargo, la administración más cercana a la ciudadanía es quizá el reflejo del alma de la vida política, un microcosmos donde hay alcaldes que lo han sido desde los albores de la democracia hasta avances de las acciones que marcarán el devenir de la legislatura. Galicia cuenta, por ejemplo, con tres conocidos regidores que llevan treinta o más años en el cargo: Arturo Grandal, primer edil de Salvaterra do Miño (Pontevedra) desde 1979; y los preconstitucionales Senén Pousa, regidor de Beade (Ourense) desde 1974 y Manuel Gallego, al frente del Gobierno municipal de Taboadela (Ourense) desde 1972 y que ahora no repite.

 

Grandal ha seguido en su trayectoria un particular recurrido durante sus treinta años en la alcaldía: su primera elección la venció como candidato de la Unión de Centro Democrático (UCD), la siguiente legislatura se presentó como independiente, probó suerte con el PSdeG entre 1987 y 1995 y, finalmente, encontró su sitio en el PPdeG. Manuel Gallego, por su parte, es todavía el alcalde más veterano de Galicia: fue nombrado concejal en 1967 y alcalde en 1972, un puesto que, una vez llegada la democracia, revalidó con mayorías absolutas en cada legislatura, primero con Coalición Galega, y posteriormente con Coalición Progresista Galega para, tras pasar por Centristas de Galicia, acabar militando en el PPdeG.

 

Estos dos clásicos de la política municipal gallega, sin embargo, tienen los días contados pues no concurren al 26M y ya ha pasado tiempo desde los respectivos anuncios de que dejaban sus cargos, de modo que el trono al alcalde más veterano de Galicia quedará -en caso de revalidar su mayoría- en manos de Senén Pousa, franquista confeso que presumía de exhibir fotografías del dictador en el despacho que ocupa desde 1974. Ni Senén Pousa ni la Calle del Caudillo -la arteria principal de Beade- han sucumbido a la llegada de la democracia o a la Ley de Memoria Histórica.

 

Es más, el regidor también ha alcanzado una cierta notoriedad fuera de este pequeño pueblo de 500 habitantes por las misas que dedica "a Franco, Primo de Rivera y a los caídos por la patria" cada 20 de noviembre. En los ayuntamientos hay todavía reminiscencias del pasado, pero también han sido el laboratorio ideal para experimentar con el procedimiento que ha marcado la vida política española en los últimos meses: la moción de censura.

 

El pequeño pueblo coruñés de Boimorto vivió la primera de la legislatura cuando, dos meses después del nombramiento del nacionalista Xosé Luis Rivas "Mini" como alcalde con el apoyo del PSdeG, un concejal socialista abandonó el partido para apoyar al candidato 'popular', Gonzalo Concheiro, en su moción de censura. Nueve meses después, Concheiro presentó su dimisión como alcalde alegando "motivos personales" tras ser imputado por la presunta comisión de fraude en el ejercicio de su profesión en el centro de salud de Boimorto. Y donde previsiblemente no habrá cuatro años de paz, tampoco, será en O Carballiño.

 

Su hijo pródigo, el histórico socialista Manuel "Pachi" Vázquez -regidor de esta localidad ourensana entre 1995 y 2005, conselleiro de Medio Ambiente durante el bipartito y secretario general del PSdeG durante cuatro años- opta de nuevo a la alcaldía. Sin embargo, Vázquez no compite bajo las siglas de un PSdeG en el que lo ha sido todo, sino que lo hace bajo el nombre de Espazo Común, una candidatura creada este mismo año tras su abrupta salida del partido y nutrida por socialistas de todo Ourense, los cuales optan a varios municipios de la provincia. Pachi Vázquez se enfrenta a Francisco Fumega -actual alcalde y delegado en Ourense de la Consellería de Medio Ambiente cuando la dirigía Vázquez-, candidato a la reelección por el PSdeG, quien en los últimos meses ha retirado las competencias a todos los concejales de su grupo afines al "pachismo".

 

Y en el terreno de los pactos también hay espacio para cábalas inverosímiles, como la que podría llevar al PSdeG a la alcaldía del municipio pontevedrés de Baiona gracias a la hipotética colaboración de la candidata de Vox, María Iglesias, teniente de alcalde de este ayuntamiento por el PP durante buena parte del mandato y protagonista de una salida con polémica tras su fichaje por la formación extremista. Además de la herida interna en el grupo popular, su voto o su abstención -prevén las encuestas- podrían ser la clave de la aritmética que llevase a los socialistas a recuperar el feudo en el que en 2015 venció el actual conselleiro de Sanidad, Jesús Vázquez Almuiña, bastón de mando que ahora detenta y espera mantener su primo Ángel Rodal Almuiña.

 

Las fórmulas clásicas en la política municipal se retuercen, de forma tácita o expresa, y dan pie a estas llamativas situaciones en uno y otro lado del espectro de colores, dado que, por ejemplo, en núcleos como Ramirás (Ourense), la falta de acuerdo, tan común en otras coordenadas, entre PSdeG y BNG ha dejado el gobierno local en manos del PPdeG. Más sorprendente es, sin duda, el cambio de chaqueta protagonizado por la alcaldesa de la localidad orensana de A Bola, Teresa Barge, que llegó en 2003 a pilotar el bastón de mando municipal con una candidatura del BNG para, en 2014, pasar a engrosar las filas del PPdeG, partido en el que se ha mantenido en el cargo desde entonces y desde el que opta a la reelección.

 

Frente a lo monolítico de las políticas autonómica y estatal, Galicia cuenta con 313 municipios que operan siguiendo sus propios códigos, lugares donde se difumina la línea entre pasado y futuro, del mismo modo que las aparentes diferencias entre partidos no son tan amplias como pudiera parecer. El 26 de mayo, los ciudadanos repartirán las cartas para los próximos cuatro años, insuflando oxígeno a esas más de tres centenares de realidades con vida propia.

Escisiones, pactos y tránsfugas: todo ocurre antes en la política municipal