viernes. 19.04.2024

No le conoció y su padre, Carlos, tampoco le habló mucho de don Ramón, su padre, a pesar de lo cual Joaquín del Valle-Inclán ha dedicado más de tres décadas a estudiar la vida y la obra de su abuelo, sobre quien, asegura, "¡se han dicho tantas barbaridades, tantos disparates!". "Se han dicho de él muchas mentiras, o medias verdades. La persona nos ha llegado deformada, porque el engaño ha sido sistemático", asegura su nieto, para quien "en buena parte -reconoce- él mismo fue responsable de esa imagen falsa o distorsionada".

 

Y aunque conocer en profundidad al verdadero Ramón del Valle-Inclán resulta harto difícil, cuando no imposible, porque fue una persona "fría y retraída, que no mostraba públicamente sus sentimientos", que ni dejó escritos diarios o memorias, y una correspondencia personal no muy abundante, Joaquín ha querido aportar "verdad" sobre quien, no duda, fue "genial, antiguo y moderno".

 

El resultado es una biografía, editada por Espasa, que, pese a ser el resultado de tantos años de estudio, no cree que sea la definitiva. "Detrás vendrá alguien que lo haga mejor. Sí será de obligada consulta si se quiere conocer mejor a Valle-Inclán", asegura el nieto en una conversación con Efe.

 

Una conversación en la que Joaquín, profesor de profesión, en ningún momento utilizará la palabra abuelo, refiriéndose en todo momento a él como don Ramón. "Ha sido un trabajo difícil. No hay memorias, ni confesiones íntimas. La correspondencia privada no es muy extensa y en ella hay rarísimas veces en las que deja entrever su estado de ánimo".

 

De ahí que la investigación se haya centrado en la prensa de la época, con cautela, mucha cautela, pues se publicaron sobre él muchas inexactitudes cuando no mentiras, los testimonios de sus amigos y familiares, sus conferencias y su importante obra. Una de las inexactitudes o mentiras que han llegado hasta hoy sobre ese dandi del estilo y la palabra que fue el autor de "Luces de Bohemia", "Tirano Banderas" o "La corte de los milagros" es, según el nieto y biógrafo, sus ideas políticas de izquierda.

 

"Aquí -argumenta- se ha instalado el tópico que nos lleva a considerar que todo intelectual o artista tiene que ser de izquierdas. Valle-Inclán fue siempre un hombre de derechas, por definirlo genéricamente", durante mucho tiempo fiel al carlismo. "Llama la atención que muchos compañeros de generación, como su amigo Rubén Darío, se negaran a aceptar que aquel refinado estilista fuese un carcunda".

 

A él le gustaba "el mundo antiguo, el mundo preindustrial, los valores tradicionales. Era católico, no de misa diaria, no, heterodoxo, que se sentía profundamente atraído por la religiosidad popular. Su izquierdismo, pues, es algo inventado". "¿Que tuvo muchos amigos republicanos y de izquierdas? sí, claro, sin duda alguna, pero las diferencias políticas no le impedían ser amigo de ellos". "¿Pero fue republicano?", es la pregunta siguiente. "Es un misterio" sin aclarar, cree su nieto. "Para unos -continúa- es un republicano sincero, de corazón, y para otros no.

 

Si lo aceptó como un mal menor, o si se adaptó a la situación son preguntas que no tienen respuesta. Lo cierto es que tuvo frases muy duras para la República. Aunque cuando la 'sanjurjada' salió a defenderla". El biógrafo recuerda lo que Azaña, amigo de Valle-Inclán, dejó escrito: "¿quién sabe lo que piensa Valle de nada ni de nadie. Le he oído defender siempre con muchísima gracia y desenvoltura posturas completamente opuestas".

 

Resulta pues "estrafalario -escribe el nieto- que se elucubre sobre su simpatía hacia el anarquismo, el galleguismo o hacia posiciones filocomunistas o bolcheviques". Así pues "ni pobre -otro de los tópicos que le han acompañado-, ni de izquierdas; carlista en cuerpo y alma durante años; apasionado del teatro y las artes plásticas, fantasioso, ameno conversador, muy sociable, amante de sus hijos y obsesionado por su educación".

 

Pero además "laborioso trabajador de la pluma, buen conocedor de la imprenta y las artes gráficas, católico poco ortodoxo en la práctica y en las lecturas que le guiaron, y autor proteico, constante experimentador de nuevos caminos para su escritura". Este es, a grandes rasgos, el retrato aproximado que Joaquín hace de don Ramón del Valle-Inclán, un retrato desapasionado. "Es indiferente que biógrafo y biografiado llevemos el mismo apellido -dice-.

 

Es pura casualidad, no tiene ninguna importancia. A mí me resulta una persona tan extraña como a usted. He oído hablar de él, he visto fotografías suyas, y poco más".

 

La biografía se detiene en otros rasgos definitorios de una personalidad tan genial como rica, y sobre la que se han "magnificado" algunos sucesos, como la pérdida de un brazo. Y presenta al autor de las "Sonatas", de "Divinas palabras" o de "Farsa y licencia de la reina castiza" como un joven pendenciero y peleón, que se batió en duelo en varias ocasiones, asiduo de tertulias y cafés, que "dice lo que piensa y lo que no". Un hombre de pensamiento y letras que "chocaba por su indumentaria y embelesaba con su conversación", taurino y con ideas propias sobre la Real Academia Española.

 

"A ella no van los hombres -dijo- más que por tres motivos: por conveniencia, por vanidad o por debilidad de carácter para resistirse a ser académico". Él nunca lo fue.

Valle-Inclán nieto reivindica a Valle-Inclán abuelo