sábado. 20.04.2024

Ana Sandamil, madre de Desirée Leal, la niña de 7 años asesinada el 3 de mayo de 2019, ha contado este lunes en la Audiencia Provincial de Lugo, que acoge el primer día del juicio por el crimen de la pequeña del que es la única acusada, que no tiene presente nada de lo sucedido: "Yo no recuerdo hacerle daño a mi niña".

La mujer, que se encuentra en prisión provisional comunicada y sin fianza y se enfrenta a una condena de prisión permanente revisable, ha dicho, a preguntas del Ministerio Fiscal, y en varias ocasiones, que no recuerda haberle hecho "nada" a su hija y que el día de autos lo que pensó es que la pequeña se había caído de la cama en la que ambas dormían e intentó hacerla volver en sí, al ver que no reaccionaba.

"La cogí, la puse en la cama e intenté reanimarla, apretándole en el pecho, la barriga, soplándole en la boca... y no respondía".

No ha sabido contestar la procesada al motivo por el que había salpicaduras de un fármaco antidepresivo (Trazodona) en el cabecero de la cama, en la pared de la habitación y en una mesita, y ha dicho que ella ingirió esas pastillas en cuanto vio que la menor no volvía en sí después de ir a avisar a su madre, María, abuela de la cría, de que algo le había pasado a la chiquilla.

Después, ha dicho Ana Sandamil, en un momento llorando, que ella sí ingirió esa medicación, que no recuerda quién le recetó, para acabar con su vida.

"Mi vida no tenía sentido", "lo que siempre quise era una niña", "yo nunca intoxicaría a mi hija, es lo que más quería en el mundo", "mi madre me hizo vomitar", "yo cuento la verdad, es lo que me recuerdo", han sido sus expresiones.

Ha subrayado la acusada que no estaba obsesionada con el padre de Desirée, José Manuel Leal, "ni de coña", y que no actuó movida por el móvil de hacerle daño.

Al letrado de la acusación particular, le ha hecho saber Sandamil que jamás vio manchas de sangre en el suelo, ni heridas en la boca de Desirée: "Estaba tan nerviosa y tan angustiada que no le vi nada".

Ha insistido en que la relación entre ambas era buena: "La crié yo, estaba siempre conmigo, no teníamos discusiones ni nada, yo no tenía ningún tipo de problema con mi hija".

A las preguntas de la acusación popular, que ejerce la Fundación Amigos de Galicia, ha destacado Ana Sandamil que no cubrió por completo a su hija y que desconoce si la niña pudo ingerir el fármaco que ella se había tomado ya la noche anterior, una dosis recomendada, en un vaso.

También ha afirmado que para ella todo lo que fue sucediendo era "una película irreal".

A su abogado defensor, que le consultó por el padre de Desirée, le ha explicado que el padre se "portaba fatal", hasta el punto de que "me llamaba hasta puta delante de la pequeña, me acusaba, decía que siempre todo era culpa mía, (ella) con él no quería estar".

Ha relatado aparte un episodio en el que, según su versión, la niña mordió al padre para que dejase en paz a la madre.

La relación entre los padres de Desirée se acabó, ella necesitó de psicólogos y psiquiatras, de un tratamiento, y regresó al domicilio natal, junto con su madre, para tiempo después iniciar una nueva relación con José Luis, que acudía a la casa con frecuencia.

Según su relato, Ana Sandamil empezó a vivir episodios extraños: tuvo que dejar un curso de placas fotovoltaicas al que se apuntó estando en paro porque creía que le echaban "droga en el café" algunos de los asistentes, que eran adictos; sentía "ruidos de noche, así como voces", que le impedían dormir; llegó a pensar que había tirado el muro de una vecina y así se lo contó a su progenitora, que le explicó quién había sido.

Pidió, además, que no bebiesen agua de la fuente, como siempre, y que la comprasen en un supermercado, porque la del surtidor llevaba "droga", y cambió las contraseñas de todos los teléfonos de la casa, tanto suyo como de su madre, porque se sentía "espiada".

Con su hija hizo un viaje a Cabárceno, no mucho antes del fatídico desenlace, para escapar de esa "situación".

No podía seguir así, con ese cambio "radical de personalidad", que hizo que quitase a Desirée de piscina por si le pasaba algo, que no la dejase ir a una excursión porque estaba obsesionada con que el autobús iba a sufrir un accidente, y que no le permitiese acudir a la fiesta de la Filloa, donde a ella le encantaba ir por su amor a la "pandereta" que odiaba el padre, por idéntica preocupación.

Madre e hija, ha testificado Sandamil, se acostaban juntas entre las nueve y las diez de la noche y se despertaban a las siete. Cuando Desirée perdió violentamente la vida, en base a lo que Ana ha detallado a su letrado, ella se enteró tarde, porque nunca encendían la luz.

Así, a "oscuras", Ana salió de la cama compartida, fue a la cocina, preparó café, comió una manzana y después acudió a la galería a fumar. Calcula que todo eso le llevaría "un cuarto de hora".

Al dar el interruptor, fue cuando vio a su hija.

No fue consciente de lo sucedido entonces, y tampoco en el ala de psiquiatría del Hospital Lucus Augusti, al menos hasta que la doctora le insistió con el asunto de que no iba a volver a verla. Con todo, volvió a dudar cuando no se le permitió acudir al entierro.

"Yo decía: si muriese, me dejarían ir".

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La madre de Desirée, en el juicio: "Yo no recuerdo hacerle daño a mi niña"