viernes. 19.04.2024

España y Estados Unidos han firmado hoy una declaración de intenciones para la limpieza del suelo contaminado de la localidad almeriense de Palomares con el objetivo de "reparar un error que se cometió hace 50 años", ha destacado el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo.

 

El acuerdo ha sido firmado por García-Margallo y el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, antes de la rueda de prensa que han ofrecido en el Palacio de Santa Cruz, en Madrid.

 

Se conoce como Incidente de Palomares al accidente ocurrido en la localidad almeriense de Palomares el 17 de enero de 1966 en el que la Fuerza Aérea de los Estados Unidos perdió un avión cisterna, un bombardero estratégico y las armas nucleares que transportaba este último. En el accidente de Palomares se vieron implicados un bombardero estratégico estadounidense B-52 y un avión nodriza KC-135 (cargado con 110.000 litros de combustible) que colisionaron a 10.000 metros sobre la costa mediterránea, en el cielo de la pequeña localidad almeriense.

 

El B-52 volvía de la frontera turco-soviética hacia la Base Aérea de Seymour Johnson en Goldsboro, Carolina del Norte, y el KC-135 provenía de la Base Aérea de Morón. La maniobra era de rutina: los B-52 se reaprovisionaban de combustible a la ida, desde la Base Aérea de Zaragoza, y a la vuelta desde la de Morón.1 Debido a un fallo en la maniobra de acoplamiento, ambas aeronaves colisionaron, se destruyeron y cayeron. Los cuatro tripulantes del KC-135 resultaron muertos, al igual que tres del B-52.

 

Cuatro tripulantes del bombardero lograron eyectarse, pero el paracaídas de uno de ellos no se abrió. Otro miembro de la tripulación se lanzó a través de una escotilla abierta por una de las eyecciones, al contar el B-52 con sólo seis asientos eyectables. El B-52 transportaba cuatro bombas termonucleares Mark 28 (modelo B28RI) de 1,5 megatones cada una, de 1,5 metros de largo por 0,5 metros de ancho, con un peso de 800 kg.

 

Dos de ellas quedaron intactas, una en tierra (cerca de la desembocadura del río Almanzora) y la otra en el mar. Las otras cayeron sin paracaídas, una en un solar del pueblo, la otra en una sierra cercana. Se produjo la detonación del explosivo convencional que contenían, lo que sumado al choque violento con el suelo, hizo que ambas bombas se rompieran en pedazos. Las tres que cayeron en tierra fueron localizadas en cuestión de horas; la que se precipitó al mar pudo ser recuperada 80 días después.

 

Como resultado de la explosión, se formó un aerosol, una nube de finas partículas compuesta por los óxidos de elementos transuránicos que formaban parte del núcleo de las bombas, más el tritio que se vaporizó al romperse el núcleo. Dicha nube fue dispersada por el viento y sus componentes se depositaron en una zona de 226 hectáreas que incluía monte bajo, campos de cultivo e incluso zonas urbanas. La contaminación resultante (principalmente por Plutonio-239, también Pu-240 y Americio-241) superó los 7400 Bq/m² , con notables diferencias

 

según el punto considerado, habiendo zonas con 117000 Bq/m², y hasta 37 millones de Bq/m² (o más, saturaron los instrumentos de medida) cerca de los puntos de impacto.1 A finales de los años 1980, la contaminación residual era de 2500 a 3000 veces superior a la de las pruebas atómicas. La reacción en cadena que desencadena la explosión nuclear, no se produjo gracias a un dispositivo o sistema aún mantenido bajo secreto.

España y EEUU firman un acuerdo sobre Palomares para reparar un "error" después de 50 años