viernes. 08.12.2023
El sacerdote gallego F. M. M. L. no podrá aproximarse a más de 500 metros de donde se encuentren dos sobrinas suyas, que han puesto sendas denuncias independientes contra él por presuntas agresiones sexuales contra ambas de manera continuada, y además ha sido apartado cautelarmente de las parroquias que llevaba.

El Obispado de Ourense ha decidido este lunes retirarle esas encomiendas, así como otros oficios y tareas que realizaba, y ello después de conocer que el sábado, cuando el cura tuvo que personarse en el juzgado de guardia en calidad de investigado, el juez decano, Leonardo Álvarez, le impuso las siguientes medidas: prohibición de acercamiento a las denunciantes, prohibición de comunicación con ellas, prohibición de salir del territorio nacional, retirada del pasaporte y comparecencias quincenales.

La Diócesis ha emitido a modo de reacción un breve comunicado esta tarde en el que indica que el obispo Leonardo Lemos, de acuerdo con los protocolos vigentes de la Santa Sede y la Confederación Episcopal Española, ha adoptado esta determinación al estar el presbítero de Santiago de Corneda y San Esteban de Cangués "incurso" en esas diligencias judiciales.

"Por respeto a las actuaciones judiciales en curso, a la intimidad de las víctimas y a la presunción de inocencia del investigado, la Diócesis de Ourense, que manifiesta su total disponibilidad a colaborar con la Administración de la Justicia, no realizará ninguna manifestación adicional a este comunicado hasta que finalice el procedimiento judicial", tal y como refleja la nota.

El religioso señalado, natural de Vistahermosa, en la ciudad ourensana, fue ordenado en 1995.

Una de las dos hermanas de Ourense que han denunciado a su tío por abusos y agresiones de carácter sexual, en su caso desde la niñez hasta los 17 años, cuenta que "fue un camino largo" el que anduvo hasta dar nombre a vivencias por las que, según ella, ha pasado, y no en solitario, detalle que supo más tarde.

La nueva y completa denuncia que formalizó la semana pasada en la comisaría de la Policía Nacional de su ciudad recoge las supuestas violaciones y demás vejaciones, los "horribles recuerdos" que provocaron en ella, siempre según sus palabras, un inaguantable dolor psicológico y físico.

En 2019, cuando se atrevió a hablar, recurrió a la jurisdicción ordinaria, pero en aquel momento únicamente pudo verbalizar presuntos tocamientos. Y se encontró con que esos delitos contra la libertad sexual que ella exponía tienen un plazo de prescripción de diez años a contar desde su mayoría de edad. Ella, aunque por muy poco, había sobrepasado ese tiempo.

Con este paso en firme de ahora, el mismo que ha decidido dar la pequeña de las dos -que según la versión que aporta fue abusada y agredida sexualmente hasta sus 13 años- esta gallega busca que se haga justicia y, a la vez, "visibilizar y concienciar".

En el caso de su supuesto agresor, dice a EFE, en una charla en la que preserva su anonimato, que lo peor es que su supuesto abusador siguiese ejerciendo, así era hasta esta tarde, "en contacto con menores" y en cargos de responsabilidad en el seno de la iglesia católica (a la cual han presentado denuncia canónica ante el Dicasterio para la Doctrina de la Fe).

Ha tenido que pasar mucho tiempo para que la mayor de las dos chicas, que ahora tiene 31 años, pudiese poner voz a su pasado, a una infancia y adolescencia sin "momentos felices", etapas a las que no volvería "ni loca".

"Cuando un depredador de este calibre entra en tu vida y pone la semilla del miedo, empieza a germinar durante tantos años que... le tienes pavor. Cuando empecé a rebelarme y a enfadarme, empezaron también las amenazas, la violencia psicológica, el maltrato psicológico brutal".

"Fue un camino muy largo", ahonda en la conversación, y agradece el trato recibido por parte de los profesionales de la Unidad de Atención a la Familia y Mujer (UFAM) de la Policía Nacional, ante quienes prestó declaración el último miércoles.

Lo que espera ahora es que "no haya revictimización", porque su experiencia "no es fácil de contar, pues te estás desnudando delante de otra persona".

Lo más duro para ella, con todo, fue enterarse de que su hermana había pasado por ese horror. "Para mí fue lo más doloroso. A mí que me echen lo que quieran, pero a mi hermana...", sostiene esta persona que confiesa haber encontrado "el infierno" en la tierra.

"Nadie se merece esto", zanja.

"A mis 17 años me armé de valor y no dejé que me volviera a tocar por mucho que me amenazó con la pistola y sus palabras. Lo que yo no sabía en esos momentos es que ya había abusado de mi hermana".

Esta es una de las afirmaciones más duras de la versión de esta ourensana, que asegura padecer, por lo vivido, trastornos en la personalidad, en la alimentación y, aparte, inseguridad permanente. 

Apartado cautelarmente un cura investigado por agresión sexual a sus sobrinas