Beber algo pensando que es agua y descubrir al momento que no lo es puede parecer una escena de película, pero sucede. A veces, una simple confusión con una botella mal etiquetada puede acabar en urgencias por una intoxicación cáustica, como le pasó recientemente a un hombre que bebió un producto corrosivo pensando que era agua con gas.
Los productos cáusticos —como ciertos limpiadores o desinfectantes— pueden causar quemaduras internas si entran en contacto con la boca, el esófago o el estómago. Aunque este tipo de accidentes no es frecuente, cuando ocurren es vital saber cómo actuar.
¿Qué hacer si alguien ingiere un producto cáustico?
La regla de oro es clara: no provocar el vómito. Puede parecer lógico querer “sacarlo”, pero al vomitar, el líquido vuelve a pasar por el esófago, dañándolo de nuevo. Tampoco es buena idea hacer un lavado gástrico.
Lo más recomendable es hacer lo que hizo el afectado en este caso: beber mucha agua, incluso leche si está a mano. Ambos líquidos ayudan a diluir el producto ingerido y a reducir su agresividad. Después, acudir inmediatamente a urgencias.
¿Qué tan comunes son estas intoxicaciones?
Aunque suenan alarmantes, son poco frecuentes. La mayoría de las consultas por intoxicaciones en España están relacionadas con medicamentos. Sin embargo, los productos de limpieza están justo detrás, y en muchos casos, quienes los sufren son niños pequeños, especialmente si los productos se guardan en botellas recicladas que se confunden con bebidas.
También hay casos en adultos, sobre todo en personas de mediana edad. A veces por accidente, otras por despiste, y en algunas situaciones más complejas, por autolesión.
¿Qué síntomas aparecen?
El dolor es inmediato. Sensación de ardor intenso en garganta, pecho o estómago, dificultad para tragar o respirar, vómitos (a veces con sangre) y, en los peores casos, pérdida de conciencia.
Cuando los médicos sospechan que alguien ha ingerido una sustancia corrosiva, suelen hacer una gastroscopia para ver el daño por dentro. Las lesiones se clasifican según su gravedad, desde leves irritaciones hasta necrosis profunda del tejido.
¿Se puede curar?
En muchos casos, sí, aunque el proceso puede ser largo. Lo primero es controlar el dolor y descartar daños mayores como perforaciones internas. A veces es necesario alimentar al paciente por vía intravenosa durante días. También se usan medicamentos para proteger el estómago y evitar infecciones.
Si las lesiones son graves, el tratamiento puede incluir dilataciones del esófago con el tiempo, o incluso intervenciones quirúrgicas si hay cicatrices que impiden comer con normalidad.
¿Y las secuelas?
Dependen de la gravedad de las quemaduras. Algunas personas se recuperan sin apenas rastro, pero otras pueden necesitar atención médica durante meses o años. Lo más habitual son estrechamientos del esófago, que dificultan la alimentación y requieren intervenciones periódicas.