En el revelador artículo publicado por Primrose Freestone en theconversation bajo el título "Soy microbióloga y esto es lo que nunca como y los sitios donde nunca comería" nos guía a través de un viaje por el mundo invisible de los gérmenes y la seguridad alimentaria.
- Comer al aire libre
- Bufés
- Ostras y marisco crudo NO
- Cuidado con las ensaladas de bolsa
- El arroz NO se recalienta
Freestone destaca las precauciones esenciales que todos deberíamos tener en cuenta para evitar las intoxicaciones alimentarias. Después de leer su perspicaz análisis, seguramente repensaremos nuestras elecciones alimenticias y seremos más conscientes de los riesgos que nos rodean en nuestra mesa diaria.
Comer al aire libre
En su experiencia, ella rara vez disfruta de picnics o barbacoas al aire libre, consciente del aumento del riesgo de intoxicación alimentaria asociado con este tipo de actividades. La importancia de mantener las manos limpias al manipular alimentos es fundamental para evitar enfermedades, pero ¿cuántas veces se encuentra con agua corriente caliente y jabón en un parque o en una playa? A menudo, recurre al alcohol en gel para las manos, aunque sabe que no elimina todos los gérmenes.
Además, es consciente de que la comida al aire libre atrae a una serie de bichos voladores y rastreros, como moscas, avispas y hormigas. Todos estos insectos pueden transferir gérmenes peligrosos como E. coli, Salmonella y Listeria a los alimentos que consumimos.
Por esa razón, ella insiste en la importancia de mantener los alimentos perecederos fríos y tapados. Los gérmenes pueden multiplicarse rápidamente si se permite que los alimentos se calienten a 30 ℃ o más durante unas horas. Para las barbacoas, ella sabe que es esencial que la carne esté bien cocinada. Ha invertido en un termómetro de carne, una herramienta invaluable para asegurarse de que la carne alcance la temperatura interna adecuada y evitar así intoxicaciones alimentarias. Nunca se arriesga a comer carne que no haya alcanzado una temperatura interna de al menos 70 ℃, consciente de los peligros que pueden surgir de alimentos insuficientemente cocidos.
Bufés
En el caso de los bufés, ella siempre está alerta. Sabe que, a pesar de la tentadora variedad, estos lugares pueden esconder riesgos microbiológicos considerables. Los expositores de bufés, tanto fríos como calientes, son terrenos fértiles para el crecimiento de bacterias relacionadas con los alimentos. En su interior, los alimentos quedan expuestos a la contaminación por insectos, polvo y, lo que es más preocupante, por las propias personas. Los visitantes del bufé pueden transmitir gérmenes al tocar los alimentos o al estornudar y toser cerca de los expositores. La presencia de insectos como moscas o avispas también es una fuente significativa de contaminación, depositando gérmenes sobre los alimentos descubiertos. Además, el aire, rico en bacterias, hongos y virus, también puede contribuir a la contaminación.
La intoxicación alimentaria se convierte así en un riesgo prácticamente inevitable cuando ella decide disfrutar de un bufé. Es por eso que siempre presta atención al reloj cuando está en uno de estos establecimientos. Existe una regla clave: los alimentos perecederos dejan de ser seguros para el consumo después de dos horas si no se mantienen cubiertos y refrigerados adecuadamente. Sin embargo, el problema radica en que los bufés suelen prepararse antes de que lleguen los comensales, lo que dificulta saber cuánto tiempo llevan allí las fuentes de carne, marisco, ensaladas, postres y frutas y verduras.
En el caso de los bufés calientes, como los que se sirven en los desayunos de los hoteles, ella evita siempre la comida tibia. Las bacterias que causan intoxicaciones alimentarias pueden multiplicarse rápidamente cuando los alimentos se mantienen a menos de 60 ℃. Por lo tanto, los alimentos calientes deben servirse realmente calientes, a una temperatura de al menos 60 ℃ para garantizar su seguridad.
Cuando tiene dudas sobre la seguridad de los alimentos ofrecidos en un bufé, ella opta con cautela por pan recién tostado y mermelada envasada individualmente.
Ostras y marisco crudo NO
En lo que respecta a su elección de alimentos, ella tiene claras preferencias y limitaciones. Entre los alimentos que definitivamente evita se encuentran las ostras y otros mariscos crudos. Su decisión se basa en conocimientos fundamentados: las ostras, por su método de alimentación por filtración, pueden concentrar gérmenes peligrosos como el Vibrio y el norovirus en sus tejidos.
Ella es consciente de que una ostra contaminada con Vibrio puede ser aparentemente normal en apariencia, olor y sabor, pero aún así puede causar graves enfermedades. Las estadísticas respaldan su cautela: los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. informan que aproximadamente 80,000 personas contraen infecciones por Vibrio cada año debido al consumo de ostras crudas. Es un hecho alarmante que, lamentablemente, resulta en alrededor de cien muertes por vibriosis anualmente solo en Estados Unidos.
Esta precaución se extiende a otros mariscos crudos, como almejas, mejillones, buccinos y berberechos. Para ella, la única opción segura es consumir mariscos que hayan sido cocidos a fondo, ya que el calor tiene la capacidad efectiva de matar los gérmenes nocivos, proporcionando una experiencia culinaria segura y sin preocupaciones.
Cuidado con las ensaladas de bolsa
En lo que respecta a las ensaladas de bolsa, esta experta en seguridad alimentaria tiene una postura clara y fundamentada. Ella nunca elige consumirlas, y esta decisión está respaldada por su experiencia como investigadora, con un enfoque específico en la seguridad de las ensaladas frescas. Su desconfianza se basa en descubrimientos inquietantes: se ha revelado que la lechuga embolsada puede albergar gérmenes potencialmente peligrosos para la salud, como E. coli, Salmonella y Listeria.
Los estudios de su grupo de investigación han arrojado luz sobre un fenómeno preocupante. Estos patógenos pueden multiplicarse de manera alarmante cuando se les introduce en los jugos de las hojas de ensalada, incluso si la bolsa de ensalada se mantiene refrigerada. Lo que resulta aún más alarmante es que estos gérmenes utilizan los jugos de ensalada para aumentar su virulencia, volviéndose así más efectivos a la hora de causar infecciones en los consumidores.
Para aquellos que disfrutan de las ensaladas y pueden sentirse inquietos por esta información, ella ofrece algunas pautas para minimizar los riesgos. En su opinión, la mayoría de las ensaladas de bolsa pueden ser seguras si se manejan con precaución: es fundamental conservarlas refrigeradas en todo momento, lavarlas minuciosamente antes de su consumo (incluso si se presentan como ensaladas listas para comer) y consumirlas lo más pronto posible después de su compra. Estos pasos, según sus investigaciones, ayudan a reducir significativamente los riesgos asociados con las ensaladas de bolsa, proporcionando una experiencia culinaria más segura y tranquila para todos los aficionados a las ensaladas frescas.
El arroz NO se recalienta
En cuanto a las prácticas culinarias, esta experta en microbiología tiene una lista exhaustiva de lo que se debe y no se debe hacer para garantizar la seguridad alimentaria. Una de sus reglas inquebrantables es nunca recalentar el arroz cocido. Su firme posición se basa en un conocimiento profundo de los riesgos asociados. El arroz crudo puede contener esporas de Bacillus cereus, un germen que puede contaminar los alimentos y causar intoxicación alimentaria.
A pesar de que las células del Bacillus mueren al cocer el arroz, las esporas sobreviven. Si el arroz se deja enfriar y reposar a temperatura ambiente, estas esporas se convierten en bacterias. En este ambiente propicio, el Bacillus puede multiplicarse rápidamente, ya que el arroz proporciona un medio de cultivo ideal a esta temperatura. Las bacterias cultivadas en el arroz pueden producir toxinas que, cuando se consumen, pueden desencadenar síntomas desagradables como vómitos y diarrea que pueden durar hasta 24 horas.
Esta conciencia aguda sobre la seguridad alimentaria se traduce en prácticas cuidadosas y decisiones informadas. Ella inspecciona regularmente las fechas de caducidad de los alimentos perecederos y sigue un protocolo estricto: si un envase parece hinchado o si un alimento tiene un aspecto u olor inusual después de abrirlo, no duda en desecharlo para evitar cualquier riesgo de contaminación. Además, sigue meticulosamente las pautas de higiene, utilizando diferentes tablas de cortar para alimentos crudos y cocinados y lavándose las manos antes y después de manipular cualquier alimento.
Este alto nivel de conciencia sobre la seguridad alimentaria se refleja en su comportamiento en situaciones sociales como buffets y desayunos de hotel. Con cautela, se aproxima a estos lugares y observa con atención la frecuencia con la que se reponen los alimentos perecederos, asegurándose de protegerse contra cualquier riesgo potencial. Su conocimiento especializado como microbióloga le brinda una comprensión clara de cómo evitar las intoxicaciones alimentarias y, por ende, ofrece una experiencia culinaria s