jueves. 28.03.2024

Cada vez hay menos homicidios en España, según la estadística del Ministerio del Interior. Pero cada año la crónica negra del país sigue escribiéndose con nombres propios que, o bien como víctimas o bien como verdugos, se quedan en la memoria colectiva; al menos por un tiempo. Asunta, Denise, Eva Blanco, Laura y Marina (las víctimas de Sergio Morate)... Son algunos de esos nombres propios que por una u otra razón han llenado este año que ya acaba páginas de periódicos, informativos de radio y televisión, programas matinales, tertulias especializadas y conversaciones de ciudadanos de a pie.

 

Otros nombres, por lo menos 55, no han sido tan mediáticos, pero serán recordados siempre en su entorno. Los nombres de las mujeres que un año más han fallecido víctimas de la violencia de sus parejas o exparejas, en un goteo continuo de una lacra que no cesa. 2015 dejará un menor número de homicidios que el año anterior si se mantiene la evolución de los nueve primeros meses, en los que la estadística del Ministerio del Interior refleja un descenso del 10 por ciento.

 

En el recorrido por la crónica negra hay una parada obligada: el caso de la niña gallega Asunta Basterra. Fue asesinada en 2013, pero este año la atención se ha centrado en el juicio a sus padres, condenados a 18 años de cárcel por la muerte. Según considera probado la sentencia, los padres, de común acuerdo, suministraron repetidamente a su hija, desde al menos tres meses antes del fallecimiento, un medicamento que contenía Lorazepam.

 

Fue el 21 de septiembre cuando asfixiaron a Asunta, a la que ataron por los brazos y los tobillos con unas cuerdas plásticas de color naranja. Ni siquiera pudo defenderse porque estaba bajo los efectos del citado medicamento.

 

Marina Okarynska y Laura del Hoyo murieron en Cuenca en agosto a manos del exnovio de la primera, Sergio Morate, cuando ambas acudieron a casa del presunto asesino a recoger algunas pertenencias. Seis días después, sus cuerpos fueron hallados en el nacimiento del río Huécar, en Palomera (Cuenca) semienterrados en cal. Morate se fue a Rumanía, pero le duró poco su huida. Hoy espera en la cárcel el juicio.

 

Otro caso que mantuvo en vilo a la opinión pública fue el de Denise Pikka Thiem, quien como muchos otros estadounidenses, quiso hacer la denominada ruta francesa del Camino de Santiago, pero no pudo concluirlo. Su rastro se perdió en abril en la provincia de León, momento en el que se inició una búsqueda que descartaba prácticamente una muerte accidental.

 

El rastreo no daba frutos y hasta el senador de Estados Unidos John McCain envió cartas a los dirigentes españoles para interesarse por el asunto. La búsqueda se reactivó y dio resultado: Miguel Ángel M.B. se había interpuesto en el camino de la peregrina, la mató de una brutal paliza y, al parecer, le cortó las manos. La argentina Adriana Giogiosa vivía de alquiler en una vivienda de Bruno H.V., en Majadahonda (Madrid).

 

En abril su familia denunció su desaparición y comenzó una investigación policial que, en principio, acusa al casero de haber descuartizado a su inquilina y arrojar sus restos a la basura, que pudieron ir a parar a un vertedero. Pudo hacerlo también con su tía, cuya desaparición sigue siendo un misterio. Y otro nombre de mujer ha aparecido también en la crónica de sucesos del año, el de Eva Blanco, la joven de Algete (Madrid) que fue asesinada en 1997 y cuyo crimen estaba a punto de prescribir.

 

La Guardia Civil no cejó en su empeño de buscar al culpable. Con ella se aliaron los avances científicos, que permitieron identificar al culpable por el ADN. Se trataba de Ahmed Cheld, un español de origen marroquí que se fue a vivir a la localidad francesa de Pierrefontaine Les Varans, donde fue detenido ante la sorpresa de su mujer y vecinos.

 

Un caso que abrió la esperanza de familiares de otras víctimas cuyas desapariciones o muertes violentas están aún sin resolver tras años de investigaciones. Familias como el "padre coraje", Francisco Holgado, que "in extremis" consiguió con su lucha reactivar el caso a punto de prescribir de la muerte de su hijo, cosido a puñaladas el 22 de noviembre de 1995 en una gasolinera de Jerez de la Frontera (Cádiz). Una huella en un tetrabrik de zumo, correspondiente a un toxicómano fallecido, ha permitido reactivarlo.

 

Los niños han sido víctimas de la violencia de sus padres. Sirvan de ejemplo el caso de Moraña (Pontevedra), donde un hombre mató a sus dos hijas de 4 y 9 años; el del homicida de Castelldefels (Barcelona), que se suicidó tras matar con un arma de fuego a su mujer y a los dos hijos de ambos; o el de la madre trastornada que degolló a su bebé en un altar del cementerio de La Villa de Don Fadrique (Toledo).

 

Y un sinfín de ejemplos más de muertes violentas que se suman a accidentes mortales como el del F-16 griego en la base área de Los Llanos (8 fallecidos); el del Airbus 400M cerca de Sevilla (4); el del coche que mató a 7 espectadores en un rally de A Coruña; o el incendio en una residencia de Zaragoza que acabó con la vida de 8 ancianos.

 

La tragedia segó la vida de españoles fuera de nuestras fronteras, como la de 50 nacionales en el accidente del avión de la compañía alemana Germanwings que su copiloto estrelló en los Alpes franceses.

Asunta, Denise, Eva, Laura, Marina... otra crónica negra con nombre de mujer