viernes. 29.03.2024

La subida en el precio de los alimentos debido a la inflación está afectando a los comedores sociales, que se enfrentan a mayores dificultades para proveerse de alimentos, mientras que, a su vez, a las colas del hambre acuden cada vez más personas en busca de un plato caliente o de alimentos para cocinar en sus hogares.

Javier Brage es el gerente de Cocina Económica de Santiago, un comedor social que sirve desayunos, comidas y cenas diariamente a las personas más necesitadas. Asegura que cada día pasan unas 170, un número que aunque sigue siendo importante, se ha reducido algo respecto a los meses de la pandemia, cuando solían acudir unas 200.

Advierte que a pesar de que compran los mismos alimentos, han observado una gran subida en el precio de los productos, así como en la energía y en el resto de suministro, lo que dificulta su trabajo.

Aunque la subida es "generalizada", Brage explica a Efe que lo han notado mucho en el aceite y en los alimentos frescos, como la fruta, la verdura, la carne o el pescado.

"Notamos un incremento de en torno al 8 % o 9 %", asegura el responsable de este comedor, que apunta a que cada año reciben ayudas de la administración pública, que este 2022 se han incrementado, debido a la situación de inflación.

"Antes la Xunta nos aportaba 100.000 euros al año y ahora nos dan 120.000. Además, tenemos donativos de particulares y de empresas, que más o menos se mantienen", señala.

Principalmente atienden a personas sin hogar, a inmigrantes -en su mayoría venezolanos y subsaharianos- y a personas con problemas mentales o adicciones.

"En nuestro caso, no atendemos a familias. Lo que se intenta por nuestra parte es que estas familias, si tienen hogar, les donamos alimentos para que ellos puedan hacer la comida en su casa", asegura.

Sin embargo, la inflación está comprometiendo las donaciones en asociaciones como el Banco de Alimentos, que se han reducido "a la mitad".

José Pita, presidente del Banco de Alimentos de Santiago, afirma que "lo que más les ayuda" son las operaciones kilo, que se han visto mermadas porque la gente "no tiene ni para pipas".

"Si la gente no tiene para lo suyo, tampoco tiene para donar", reconoce.

Pita expone que el precio de alimentos como el pollo "se ha disparado" y que el aceite de girasol se ha puesto "casi al mismo precio que el de oliva".

"Antes, en las grandes operaciones kilo aportaba todo el mundo. De lo que recibíamos, a lo que estamos recibiendo, menos de la mitad", insiste.

Eso sí, señala que las administraciones públicas están haciendo "un gran esfuerzo", tanto la Xunta como la Diputación, e incluso el Parlamento Gallego, además de empresas privadas como Quesos Bama, que dona unos 3.000 o 4.000 quesos cada año, o la Papelera de Brandia, que todos los años dona las uvas de Navidad.

A la subida de la cesta de la compra y a la falta de alimentos se une una mayor afluencia de personas que acuden a los comedores sociales, tal y como afirma Mónica Riobóo, directora del Centro Integrado de Atención Social Padre Rubinos, en A Coruña, que señala en los últimos seis meses han acudido más personas a comer a su centro.

"Sí que hemos notado un mayor número de personas que acuden a los comedores. Tenemos en torno a 90 personas en el desayuno, en la comida en torno a 240 y en la cena en torno a 170", explica.

En el comedor social de Cáritas en Ourense, su responsable, Elena Murias, habla de "un aumento exponencial" en el número de raciones que sirven cada día desde el mes de enero.

"En enero empezamos con un número de raciones que se ha ido incrementando cada mes y ahora mismo estamos en un número bastante alto", asegura Murias, que cifra en 400 el número de raciones que sirven cada día, las cuales dan de comer a unas 170 familias.

En su comedor cuentan con dos modalidades: un servicio de recogida de tuppers, destinado sobre todo a personas que tienen vivienda y que tienen familia o niños; y servicio presencial, para personas que viven en la calle, para que puedan comer comida "en caliente".

"Consideramos que debemos facilitar carne, pescado, frutas, y verduras. En ese sentido nos las hemos arreglado para seguir dando la misma comida y que no afecte a la calidad de la alimentación de las personas", afirma.

"Antes estaba la Tarxeta Básica, que se gestionaba entre Cruz Roja y la Administración Pública, pero desapareció en junio. Imaginamos que eso ha repercutido, entre muchas otras causas", añade.

Este mecanismo, impulsado por el Gobierno gallego en julio de 2020, servía para apoyar a los hogares más vulnerables durante la pandemia en la compra de productos básicos de alimentación, higiene y farmacia, una ayuda pionera en la que se invirtieron 42 millones de euros y que atendió a 75.000 personas.

Sin embargo, el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, decidió no renovar el acuerdo con la Cruz Roja para mantener el funcionamiento de la Tarxeta Básica, pues, según explicó, se trataba de una medida "excepcional", que se puso en marcha en un momento marcado por "muchas restricciones" sanitarias que impedían que "mucha gente pudiese trabajar".

En julio, la Xunta anunció un incremento de hasta el 40 % en las ayudas destinadas a entidades sociales para el funcionamiento de comedores sociales, centros de acogida, albergues o para el reparto de alimentos, con un presupuesto de 7,2 millones de euros.

Todas las asociaciones, sin embargo, están realizando llamamientos para que particulares y empresas se animen a donar, puesto que "toda ayuda es poca".

Crecen las colas del hambre debido a la subida del precio de los alimentos