Robots parecidos a cajas de fruta con ruedas y silenciosos drones de aspas negras circulan estos días de vendimia entre y sobre las cepas del mayor viñedo privado de Galicia, el de las bodegas Terras Gauda, con el objetivo de conseguir una agricultura mas eficiente y sostenible.
Son parte fundamental del proyecto europeo de robótica e inteligencia artificial aplicada a la mejora y sostenibilidad del viñedo, llamado Horizon 2020, que se desarrolla simultáneamente en tres países distintos y que en el caso de España lo hace en este viñedo de 160 hectáreas ubicado en O Rosal, en la provincia de Pontevedra.
“Nuestro interés es aplicar la Ciencia a la viña para mejorar en sostenibilidad y eficiencia combinando el buen hacer y profesionalidad del equipo humano con las posibilidades que nos aportan la inteligencia artificial, la robótica y el big data”, ha dicho Emilio Rodríguez, el director enológico de la bodega.
Terras Gauda es una de las 16 empresas y organizaciones de ocho países europeos que forman parte de un consorcio multidisciplinar llamado FlexiGroBots, al que desde España se han unido también el CSIC, Atos y Seresco.
Básicamente, la misión de los drones es auscultar el estado de salud de las cepas para detectar si alguna de ellas padece algún tipo de enfermedad, una información extremadamente útil para el enólogo, que puede actuar con presteza para atajarla.
A su vez, los robots terrestres avanzan de manera autónoma y al ritmo de los vendimiadores por las viñas, y una vez que están llenos emprenden por su cuenta el camino hacia la bodega evitando que los trabajadores carguen la uva y reduciendo de horas a minutos el tiempo que la uva tarda en pasar del viñedo a la bodega, lo que redunda muy positivamente en la calidad del producto.
Esa autonomía total está pensada para una segunda fase del proyecto, en la que se dotará a los robots de sensores y visión artificial, de modo que puedan ser programados para acudir a los lugares en los que el viticultor entienda que hay que intervenir.
“Se trabaja con 5G, los drones y los robots de tierra emiten independientemente, todo se recoge en una plataforma en la nube, que es donde recolectamos todos los datos y finalmente se los ofrecemos de una manera visual y sencilla al viticultor”, ha explicado Sergio Álvarez, de Seresco, empresa que aporta el software que permite recopilar y procesar toda la información con la que trabaja después el director ecológico de la bodega.
De momento es un proyecto piloto que empezó en enero y cuyo desarrollo está pensado dure tres años, pero sus responsables tienen una fe notable en los resultados que pueda aportar.
“Estamos convencidos de que la robótica, tanto aérea como terrestre, tiene mucho sentido para conseguir una agricultura de precisión, muy respetuosa con el medio ambiente y que a la vez nos dé productos de calidad”, ha dicho Ángela Ribeiro, del Centro de Automática y Robótica del CSIC.
Ella ha sido también la encargada de tranquilizar a quienes puedan pensar que el trabajo de los robots acabará sustituyendo a la mano trabajadora del ser humano.
“No es eso lo que está pensando aquí. En este primer prototipo lo que queremos ver es cómo el operario evoluciona, cómo trabaja en conjunto con el robot. Queremos desarrollar una robótica de ayuda a los operarios”, ha explicado.
El proyecto está liderado por Atos y financiado con 7 millones de euros del programa marco europeo Horizonte 2000, y cuando finalice proporcionará un informe consolidado sobre la ética de inteligencia artificial en el sector agroalimentario basado en el aprendizaje adquirido a los largo de estos tres años.