Xela Arias falleció "cuando no tocaba" y su repentina muerte sacudió tanto al mundo literario como a su familia, que mantiene un recuerdo "muy vivo" de ella y que la define como una mujer "discreta" pero "tenaz" y sobre todo con unas "enormes ansias de libertad".
"Sus poemas son mi ventana hacia ella", explica en una entrevista con Efe el único hijo de Xela Arias, Darío, que perdió a su madre con tan solo nueve años y que asegura que toda la familia está viviendo "un verdadero carrusel de emociones" desde que la Real Academia Galega (RAG) decidió por unanimidad dedicarle a Xela Arias el Día de las Letras Galegas.
Nacida en Sarria (Lugo) en 1962, Xela Arias se crió junto a sus padres y hermanos en un entorno rural, en la granja-escuela de Barreiros, en la que su padre, Valentín, también ensayista y traductor, daba clase a los niños.
En ese entorno, muy vinculado a la naturaleza y a la cultura rural gallega, Xela Arias forjó sus primeras raíces para después, con tan solo tres años, mudarse a Lugo y, ya con siete, instalarse definitivamente en Vigo, ciudad en la que vivió gran parte de su vida.
"Ella era una niña como todas las demás, pero destacaba porque le gustaba mucho escribir y leer. Los libros siempre le gustaron muchísimo y siempre los cuidó muy bien porque sentía que eran especiales", explica Amparo, la madre de Xela, que asegura que conserva relatos de su hija de cuando tenía apenas nueve años.
"Empezó muy pronto a concursar en certámenes de narraciones. Ella decía: 'Me recuerdo toda la vida escribiendo'. Y es verdad, escribir y los libros era una cosa que llevaba dentro", añade.
El cambio del campo a la ciudad, lejos de suponer "un choque" para Xela, fue un descubrimiento, pues según afirma Amparo, "toda la familia se sintió muy bien en Vigo" y Xela encontró su lugar rápidamente, pasando de niña a adulta en los años de la "movida viguesa".
"Era muy jovencita pero ya empezó a escribir en revistas culturales y de protesta. Fue una adolescente rebelde, que quería ser libre", explica.
Xela Arias terminó el bachiller y después dejó los estudios para trabajar en la editorial Xerais, junto a Xulián Maure Rivas y Roberto Pérez Pardo y empezó a publicar sus propios poemarios, el primero, "Denuncia do equilibrio" en 1986.
En ese ambiente artístico, en el que ella se movía, fue donde conoció al fotógrafo Xulio Gil, con quien compartió gran parte de su vida y con el que realizó el poemario "Tigres coma cabalos".
"Yo no la conocía, pero quería hacer un libro de fotografía con un poeta. Se dio la casualidad de que un amigo mío iba a dirigir una jornada poética con 20 poetas en 1988 y tomé aquello como si fuera un casting", cuenta Gil.
De todos los que allí se encontraban, Gil escogió a Xela, porque consideró que sus poemas "hablaban de algo que estaba presente en aquel momento", una poesía "contemporánea", sin concesiones a "la lírica más abstracta".
"En aquel momento era una poeta emergente. Tenía un poemario solo pero estaba muy bien considerada", asegura el fotógrafo, que dice que de su unión con Xela Arias salieron "las dos mejores cosas que ha hecho en su vida", que son "Tigres coma cabalos" y su hijo en común, Darío.
De sus trece años juntos, Gil destaca una convivencia "natural", como la de cualquier pareja, pero basada en "una comunión y un respeto absoluto" del uno hacia al otro por la actividad artística que cada uno ejercía.
"Hay un cúmulo de sensaciones agridulces, marcadas por su fallecimiento, porque no solo fallece una persona que no tenía que haber fallecido, sino que fue una tragedia enorme porque nuestro hijo tenía nueve años", recuerda.
Gil la describe como una persona a medio camino entre "discreta" y "tímida", aunque matiza que cuando tenía que alzar la voz, "la discreción se la dejaba en el armario".
También destaca de ella su "tenacidad" a la hora de "llevar cualquier compromiso hasta su fin: "Nunca te dejaba con el culo al aire. Si se comprometía con algo, lo hacía", afirma.
Otra cosa que destaca el fotógrafo es su carácter feminista, que no llevaba como "consigna o catecismo", sino que era más bien una "actitud vital": "Vivió de forma libre. No pagó peaje por ser mujer", asegura.
Ese marcado carácter de libertad es otra de las características fundamentales que destaca su hijo Darío, que recuerda que en su niñez se respiraba "un ambiente cultural", porque su madre siempre le llevaba al teatro, a recitales y en su casa siempre había "el libro adecuado" para él.
Ya en su etapa más madura, tras el fallecimiento de Xela, Darío comenzó a acercarse a la poesía de su madre, sobre todo a través del poemario "Darío a diario", en el que ella reflexionaba sobre la maternidad con su hijo como protagonista.
"Al principio fue un poco difícil. Me costó acercarme a él por la carga emocional, pero a medida que fui madurando me acerqué más a él y me encantó", asegura el joven, que ahora, a través de ese poemario, consigue "establecer un diálogo" con su madre.
"Es como una forma de entender sus pensamientos e incluso coger algún consejo. Es un poco mi ventana hacia ella", declara.
Para toda su familia es un "orgullo" y una "tremenda satisfacción" que Xela Arias sea la figura homenajeada en el Día de las Letras Galegas, un reconocimiento en el que tanto las instituciones como la sociedad en general "se han volcado".
"Todas las editoriales, los autores, los colegios e institutos y las instituciones han trabajado muchísimo", destaca Darío, que asegura que la figura de su madre "conecta con la gente más joven".
"Nunca tuve duda que iba a tener su año de las Letras Galegas", apunta por su parte Xulio Gil, que considera que "la calidad y actualidad de su obra" la hacen merecedora de este reconocimiento.
"Posiblemente lo que me extrañó fue la repercusión y el aplauso tan grande que está teniendo. No por ella, sino porque sé en qué país vivo y este país no es muy dado a aplaudirse a sí mismo", añade el fotógrafo, que recibe con ilusión la respuesta social "tan hermosa" que está recibiendo la poeta.
"Lógicamente la repercusión pública decaerá pero su obra ahora pasa a ser de dominio público, de la ciudadanía", concluye.