Una calle con su nombre y sendas placas en el portal de uno de los inmuebles que habitó y en el IES Castelao donde estudió servirán a Vigo para honrar a Xela Arias y devolverle así una pequeña parte del homenaje imperecedero que la poeta rindió en sus versos a esa ciudad.
Porque si todos los honores de la urbe en la que Xela Arias vivió su adolescencia y madurez hasta su fallecimiento en 2003 sirven y servirán para reconstruir parte de su trayectoria vital, la verdadera huella que Vigo dejó en la protagonista del Día das Letras Galegas, y que Xela Arias dejó en Vigo, hay que buscarla en su obra.
No en vano, Xela Arias “siempre exploró la dimensión social del texto”, como de ella ha dicho la escritora y académica Ana Romaní, y eso es mucho decir para una poeta que comenzó a publicar en la década de 1980, cuando Vigo hubiese sido un gran escenario para el cine de Ken Loach.
El propio alcalde de Vigo, Abel Caballero, señaló hace unas semanas, durante la presentación del concierto con que el Consello da Cultura Galega homenajeará este domingo a Xela Arias en el Auditorio Mar de Vigo, que la ciudad que regenta era en los años 80 un “hervidero”.
Fueron años, es sabido, en los que la heroína y el sida causaron estragos en una ciudad industrial sometida a una durísima reconversión, con desgarradoras cifras de desempleo y una sucesión constante de jornadas de huelga en las que el movimiento sindical adquirió una pujanza desconocida.
Circunstancias todas que contribuyeron al crecimiento del activismo y la reivindicación, caldo de cultivo en el que se macera parte de la obra de Xela Arias, envuelta en el paisaje urbano de una ciudad creativamente vibrante, “una capital cultural no de Galicia sino de España”, en palabras de Valentín García, secretario general de Política Lingüística de la Xunta de Galicia.
Fueron los años de la Movida Viguesa, de los que Xela Arias fue una figura central y de los que la vertiente musical es la más conocida al convertirse la ciudad en un vivero inagotable de bandas de rock y pop con proyección nacional que son hoy iconos de toda una generación.
Ahí, en la veta musical de la Movida, dejó también Xela su sello inconfundible al escribir una docena de letras para las canciones del grupo de rock Desertores, los cuales incluyeron diez de ellas en sus álbumes, de los que vinieron 25.000 copias en toda España.
Interpretarán esas diez canciones escritas por Xela Arias, y otras dos inéditas, este viernes en un concierto que ofrecerán en Mondariz en otro de los muchos actos que estos días sirven para reverdecer la figura de la escritora de Sarria.
Pero en aquellos años 80, Xela Arias ya escribía en revistas y periódicos, entre ellos el Faro de Vigo, Diario16 de Galicia o A Nosa Terra, participaba en recitales, y se decidía a publicar llevando a la imprenta ‘Denuncia do equilibrio’ (1986), un poemario que debe mucho a la ciudad que la acogió y que fue publicado por Edicións Xerais, con sede en la ciudad olívica y donde Xela Arias desarrolló una intensa labor editorial.
Allí, además de sus responsabilidades editoriales, volcó al gallego clásicos de la literatura universal convirtiéndose en una pionera en la profesionalización de la edición y la traducción, una labor que le ha valido una lluvia de halagos que se vienen multiplicando en los últimos días.
“Es imposible entender su obra sin el Vigo de su época. Toda ella es Vigo. Está impregnada en Vigo, y sobre todo en la inmensa vida cultural que Vigo tuvo en ese momento”, señala Valentín García.
En Vigo fue también donde Xela Arias retomó los estudios tras haberlos abandonado en COU para matricularse en Filología Hispánica (después estudiaría Galego-Portugués) con el objetivo declarado de convertirse en maestra, profesión que la llevó después por institutos de varias localidades gallegas para enseñar lengua y literatura castellana, como Chapela, donde le han puesto su nombre a la Biblioteca Municipal; A Guarda, cuyo Instituto A Sangriña mantuvo viva su figura con el certamen de poesía Xela Arias, o Vigo.
Finalmente, fue en un hospital de Vigo donde la figura homenajeada del Día das Letras Galegas falleció a los 41 años a causa de un ataque cardíaco, tras lo cual su cuerpo recibió sepultura en el vigués cementerio de Pereiró.
Es probable que si los padres de Xela Arias no se hubiesen mudado a Vigo cuando la poeta tenía siete años hubiese sido otra su trayectoria, no necesariamente menos relevante, pero lo que es seguro es que Vigo guarda con ella una deuda que en parte saldará poniéndole su nombre a una calle de la ciudad.