Muriel, Quique y Nacho son tres vigueses treintañeros a los que la crisis global del coronavirus cogió de vacaciones en Kuala Lumpur, capital de Malasia, donde se encuentran atrapados a la espera de encontrar cómo regresar a casa sin que, de momento, la Embajada de España allí haya hecho por ellos mucho más que desearles suerte.
Eso es lo que cuenta a Efe por teléfono Nacho, que llegó el 14 de marzo, justo el día en el que se declaró el estado de alarma en España, a Kuala Lumpur y se alojó en un hotel. Sus amigos se incorporaron tres días más tarde y se instalaron todos juntos en un apartamento de alquiler en el que se encuentran recluidos desde entonces.
Antes de que llegasen Quique y Muriel, Nacho acudió a la Embajada, donde le recomendaron volar de vuelta a España o alquilar un apartamento. “Decidí quedarme porque casi no había casos”, explica Nacho, que se sabe las cifras de Malasia de memoria: 4.346 positivos, 70 muertes y 1.830 recuperados, nada que ver con lo que sucede en España.
Sin embargo, quieren volver, y con el espacio aéreo casi desierto, muchas fronteras cerradas y la total ausencia de servicios en medio mundo no encuentran cómo. “En la Embajada nos recomiendan volver pero sólo nos dan la opción de tomar un avión de la UE que aterriza en París u otro que lo hace en Amsterdam”.
El problema, dicen, es que una vez en Europa no tendrán cómo llegar a Madrid porque desde París, por ejemplo, “ya solo vuela Iberia y se están cancelando vuelos”, por lo que temen que el remedio sea peor que la enfermedad.
“Ellos te ofrecen la salida a Europa, pero una vez allí, si te quedas tirado búscate la vida”, critican. Por si fuera poco, aseguran que los pocos billetes que ha habido disponibles estaban a precios imposibles y que tomar esos vuelos era un riesgo que decidieron no asumir.
“Desde Indonesia pusieron un vuelo el día 5 y hay ahora uno desde Filipinas”, señalan, mientras se preguntan qué pasa con los españoles en Malasia.
Y en la Embajada, ¿qué dicen? “Pues nada, sólo que nos vayamos y que tengamos suerte. Ése ha sido su último mensaje.
Ayer les pedimos un salvoconducto para ir al aeropuerto y ya no nos contestaron”, señalan. Por lo demás, dicen encontrarse bien y no temen por su salud, entre otras cosas porque todo se hizo con más premura que en Europa.
“Aquí cerraron fronteras el 18 de marzo con 200 casos y no entró nadie en el país, no como en España. Aquí te toman la temperatura diez veces al día, te obligan a llevar mascarilla y a lavarte las manos con gel todo el tiempo. Están mejor preparados”, explican mientras siguen pensando cómo salir de allí.