lunes. 17.02.2025

Cenas de empresa: ese día en el que el cuerpo pide fiesta y la dignidad se queda en casa

Las cenas de empresa son a la Navidad lo que la empanada a una romería gallega: un clásico imprescindible, con alto riesgo de indigestión y muchas historias que recordar durante el año.

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Las cenas de empresa son a la Navidad lo que la empanada a una romería gallega: un clásico imprescindible, con alto riesgo de indigestión y muchas historias que recordar durante el año. Este evento, mezcla de espíritu navideño, barra libre y “hoy se lía”, convierte cualquier oficina en una versión moderna de "Luar", patrocinada por licor café. Eso sí, no todos se lo toman igual: mientras los más jóvenes lo ven como un viernes cualquiera, los mayores llegan como si fuera la última fiesta de su vida.

La "juerga anual" de la generación del “tú cállate, que no sabes”

Para los mayores de 40, la cena de empresa no es una simple reunión; es la liberación de la rutina, el festival del “hoy me da igual todo”. Entrar al restaurante es para ellos como pisar Riazor en los tiempos buenos del Dépor: con ganas de darlo todo, aunque el cuerpo no esté para muchos trotes.

Empiezan tranquilos, hablando del tiempo o de las obras, pero basta con que llegue el primer plato y un poco de vino para que alguien saque la anécdota épica del año: “¿Os acordáis de cuando Pepe envió aquel correo a todos los clientes con un adjunto vacío? ¡Menuda risa!”.

La cosa se pone seria cuando suena “Mi tierra gallega” o algún hit de orquesta. Los que siempre dicen “yo no bailo” de repente están en el centro de la pista haciendo coreografías que mezclan pasos de muñeira con twerking. Y no faltará el valiente que, después del tercer gin-tonic, se arranque con un karaoke improvisado: “¡Ponme ‘A Rianxeira’, que esta me la sé!”

La juventud: entre espectadores y protagonistas

Mientras tanto, al otro lado de la mesa están los más jóvenes, observando a los veteranos con esa mezcla de diversión y compasión que solo se siente al ver a alguien intentando revivir su juventud. Para ellos, la cena de empresa es un evento simpático, pero nada del otro mundo. Total, si ya salen el jueves, el viernes y el sábado, ¿qué diferencia hay con esta noche?

Eso sí, no se pierden una: cualquier movimiento extraño va directo a Instagram. “¡Mira a Marisol haciendo el baile del robot! Súbelo a las historias”, comentan entre risas. Pero cuando llega el momento de irse a casa, ellos no terminan ahí. Mientras los mayores están desesperados por pillar un taxi, los jóvenes ya están organizando la ruta del after: “Primero al pub de Juan, luego al garito de la zona vieja y, si queda algo abierto, al karaoke a cantar ‘Corazón partío’ como debe ser”.

El día después: más drama que una novela de Rosalía de Castro

Si algo tienen en común todas las cenas de empresa es el apocalipsis del día siguiente. A las 9 de la mañana, el grupo de WhatsApp echa humo. “No vuelvo a beber nunca más” (mentira), “¿alguien ha visto mi abrigo?” o “¿quién grabó ese vídeo mío bailando encima de la mesa?” son mensajes clásicos.

Mientras los jóvenes están frescos como una lechuga y ya en el gimnasio, los veteranos viven su drama personal: cuerpo en modo sofá, persianas bajadas y la gran pregunta existencial: “¿Cómo llegué a casa y por qué me duele todo?”

Lo importante es participar

Las cenas de empresa son el momento perfecto para ver a la compañera seria de administración convertida en la reina de la pista o al jefe estirado echándose un licor café como si fuera tabernero de toda la vida. Es ese día en el que todos somos un poco más gallegos: con humor, con fiesta y sin mirar demasiado las consecuencias.

Así que brindemos por las cenas de empresa, por la barra libre y los vídeos que nunca deberían salir a la luz, porque, al final, lo importante no es salir bien parado, sino sobrevivir para contarlo. ¡Salud y felices fiestas!

Cenas de empresa: ese día en el que el cuerpo pide fiesta y la dignidad se queda en casa