viernes. 23.05.2025

La felicidad, ese lujo low cost que ahora se vende en stories

Hay quien dice que la felicidad está en el interior, pero no aclara si es en el alma, en el intestino o justo debajo del hígado.
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Hay quien dice que la felicidad está en el interior, pero no aclara si es en el alma, en el intestino o justo debajo del hígado. Y mientras tanto, en esta sociedad de influencers zen y gurús de saldo, parece que ser feliz es obligatorio. Si no eres feliz, es que no estás haciendo lo suficiente. Ni meditas bien, ni agradeces bien, ni madrugas con intención. Mal.

Porque ahora la felicidad hay que buscarla como si fuese una oferta de Black Friday: con apps, retos de 21 días y sonrisas de catálogo. Y si no te funciona, la culpa es tuya. Por no esforzarte, por no visualizar, por no tener una libreta de gratitud monísima. Como si la vida no fuese ya bastante cuesta arriba como para encima llevarla con glitter.

Aquí, sin embargo, llevamos años encontrándola donde siempre: en un café largo con alguien de confianza, en un paseo sin prisa, en un guiso que huele a domingo. Sin filtros. Sin frases motivadoras pegadas en la nevera. Porque lo importante no es tener éxito, es tener a quién llamar cuando se tuerce el día.

Nos dicen también que hay que encontrar el sentido de la vida. Pero, hombre, si algunos días cuesta encontrar los calcetines, imagínate el sentido. A ver, sí, está bien eso de hacer lo que uno ama, pero a veces toca hacer lo que toca. Y ya está. Amar, lo que se dice amar, igual no amas tu trabajo... pero pagas la luz. Y eso, hoy, es casi un acto revolucionario.

¿Y qué decir del famoso propósito vital? Pues que no hace falta que sea tan épico. A veces tu propósito puede ser no perder la cabeza, o que tus hijos lleguen enteros al viernes. O poder leer un rato en silencio. Y eso también vale. Que no todos vinimos a cambiar el mundo; algunos venimos a poner una lavadora sin que se nos olvide sacarla.

También aseguran que la felicidad está en las pequeñas cosas. Y ahí, amigo, llevamos ventaja. Está en el pan recién hecho, en que no llueva el día que lavaste el coche, en esa conversación sin pretensiones que te arregla la semana. Está en los domingos sin reloj, en que te guarden un rodaballo bueno en la plaza, en que el coche arranque a la primera cuando más lo necesitas.

La clave no es buscar la felicidad como si fuera un tesoro escondido. Es saber verla cuando pasa por delante. Y si se escapa, tampoco pasa nada: hay días que con un buen caldo y una charla en la cocina se arregla casi todo.

Aquí, sin mindfulness ni etiquetas, ya sabíamos que la vida se lleva mejor cuando se comparte. Que lo importante no es cuántos likes tienes, sino cuántas personas de verdad te echan de menos si un día no apareces.

Así que sí, sé feliz. Pero a tu manera. Y si algún día no puedes, no pasa nada: ponte cómodo, que aquí siempre hay sitio para uno más en la mesa.

La felicidad, ese lujo low cost que ahora se vende en stories