¿Será la crisis de la vivienda o el simple hecho de que al vecino le va mejor que a ti? En Galicia, el tema de los pisos turísticos tiene más miga que un buen pan de Cea, pero si rascamos un poco, descubrimos algo básico: la envidia nunca falla.
Porque vamos a ser sinceros: lo que más molesta no es ver a esos turistas tomando el sol en la terraza mientras tú trabajas como un burro, ni escuchar las maletas rodando el día que vuelves agotado a casa. No, lo que duele de verdad es pensar que ese vecino al que llevas años viendo pasar con cara de lunes ahora está llenando la cartera con cada reserva.
El deporte nacional: mirar al vecino
En Galicia, observar al vecino es más que una tradición: es un arte. Y si ese vecino, además de alquilar su piso, tiene la suerte de alojar turistas rubicundos y sonrientes que se van al terminar sus vacaciones (sin dejar un reguero de problemas), la cosa se complica. ¿Cómo no va a enfadar que alguien viva mejor mientras tú trabajas por dos y cobras la mitad?
Es que mientras tú estás empapado bajo la lluvia, yendo a trabajar en pleno enero, en el piso de al lado hay un grupo de turistas brindando con albariño como si no existiera el lunes. Y claro, ahí empieza el problema de verdad: el mal de muchos nunca consuela a quien no saca tajada.
"¿Por qué él sí y yo no?"
La portavoz de los propietarios lo dice bien claro: la envidia mueve más que las razones lógicas. Porque, ¿de qué otra forma se explica que alguien se enfade más por unos días de turistas que por un vecino que vive todo el año molestando? Ojo, que si el vecino se compra coche nuevo o se va de viaje, eso también escuece, pero al menos no afecta a tu portal... ¿o sí?
Además, seamos francos: si todos pudiéramos hacerlo, lo haríamos. Pero no todos tienen un piso para alquilar ni turistas dispuestos a pagarlo. Y ahí radica el verdadero drama.
Mientras unos ganan, otros miran
¿La crisis de la vivienda? Sí, es un tema grave, pero a la mayoría le preocupa más lo que pasa en su escalera. Y mientras el vecino sigue subiendo sus precios en Airbnb, tú sigues esperando que tu nómina llegue a tiempo para pagar el alquiler. ¿Qué hay detrás de tanto debate? Quizás, más que normas o problemas urbanísticos, lo que realmente fastidia es que el de al lado haya encontrado una forma de sacar más sin sudar tanto. Y eso, aquí, da más rabia que perder una buena partida de tute.
En resumen, quizás haya que plantearse si lo que queremos es resolver problemas reales o simplemente ajustar cuentas con el vecino.
El debate está servido. Algunos vecinos claman al cielo porque les incomoda que una familia de vacaciones monte una barbacoa en la terraza un martes, pero nunca dicen nada del que pone reguetón a todo volumen TODOS los sábados del año. Porque, vamos a ver, ¿qué molesta más? ¿Una familia sueca que se despide educadamente tras cinco días o el vecino que aparca donde le da la gana y organiza afters con luces de discoteca?
Por no hablar del argumento estrella: «Están devaluando la propiedad». ¿De verdad? Porque si de algo puede presumir Galicia es de saber apreciar el encanto de los detalles, como el balcón decorado con macetas (y no con la ropa interior del tercer piso) o la tranquilidad de que tus vecinos no estén haciendo reformas eternas. Si a eso sumamos que los turistas suelen ser más limpios que alguno que no voy a señalar (coff coff, el del quinto), ¿de qué nos quejamos?