PARA BIEN o para mal, y en el caso de Galicia históricamente casi siempre ha sido para mal, vivimos en un país marcado por la desigualdades. Las hay que vienen determinadas por el territorio, por las personas, por la profesión, por el estatus social… Todos en algún momento las hemos padecido. Y también en esta sección las he criticado. En muchas ocasiones he manifestado mi contrariedad respecto a medidas impulsadas por este u otro gobierno que lo provocan es ahondar en las desigualdades. Pero ahí están, son tan reales como el agua que bebemos.
No me han sentado bien, por supuesto que no, las ofensivas palabras de la jueza de Marbella referidas a la Galicia profunda. Pero tampoco me rasgo las vestiduras por ellas porque desgraciadamente no todos vivimos en las mismas condiciones ni disponemos de los mismos servicios. No diré que la Costa del Sol es mejor peor que Galicia, no es el caso ni me interesa entrar en el detalle del caso en particular. Lo que si quiero es aprovecharlo para volver a llamar la atención sobre la sangrante desigualdad territorial que aún se mantiene en España.
Hay numerosos y muy variados indicadores que señalan que una localidad, una comarca o una comunidad está más atrasada que otra: la renta disponible, los servicios sanitarios, los centros de educación, las comunicaciones, el saneamiento, la seguridad, el feísmo, degradación ambiental…, y muchísimos otros. Y ahí están las estadísticas para corroborarlo. Pero además de tener en cuenta la disponibilidad o no y la importancia cuantitativa y cualitativa de esos servicios, también hay que valorar la facilidad de la población para acceder a ellos. Y en eso hay que reconocer que en Galicia casi siempre salimos perdiendo.
Y esa debe ser la labor de nuestros dirigentes, acabar con esas diferencias y zanjar de una vez por todas con las desigualdades. Dice nuestro presidente Feijóo que él fue un niño de la Galicia profunda "y ni tan mal". Desde luego que no le ha ido mal. Pero la cuestión no es que le vaya "ni tan mal" a nuestro presidente sino que le vaya bien a la gente. Y en este terreno queda mucho por hacer, hay mucho que mejorar.
Mejorar respecto a los otros, se entiende. Porque las mejoras han de ser siempre comparativas. En las Olimpiadas quien gana una carrera lo hace superando a los demás. No basta con superarse a sí mismo para ser primero si otros lo hacen mejor que tú.
Galicia arrastra muchos déficits en infraestructuras, servicios e inversiones que, sumados a los que se derivan de nuestra propia ubicación geográfica y nuestra dispersa demografía, nos lastran de una forma determinante en esa carrera por situarnos ya no digo por encima pero sí por lo menos a la altura de otros territorios de nuestro país. Acabar con esos déficits debería ser el primer objetivo de cualquier gobierno, sea del color que sea. Ese sí que sería un motivo de orgullo.