10 de enero de 2023, 16:28
Cuando en julio de 2015 inicié esta colaboración semanal ya avancé que mi única pretensión era convertir este espacio que tan generosamente se me presta en “una ventana abierta a la reflexión y a la difusión de inquietudes, consideraciones o revelaciones que merezcan ser compartidos”. Y añadía: “con la mirada puesta en la actualidad”.
Y es precisamente en la actualidad donde tantas y tantas veces me surge el condicionante que determina el contenido de estas líneas. Soy bien consciente y recibo con complicidad y agradecimiento los comentarios de quienes me reclaman que abandone mis “teimas”. Pero resulta difícil, cuando semana tras semana, casi día tras día, uno se topa con las dramáticas consecuencias de no que se haya tenido en cuenta lo que, humildemente, desde aquí se advierte, se señala, se denuncia o se propone.
No era en absoluto mi intención hablar de nuevo esta semana de la seguridad de nuestras carreteras. Pero no puedo evitar hacer, cuando menos, una mención después de que algo que he reclamado en docenas de ocasiones haya sido la causa de una nueva tragedia que ha segado una vida y ha dejado otras dos mal heridas. Hablo, por supuesto, del accidente ocurrido en la A-52. No se puede consentir en ningún caso que en 2023 sigamos teniendo vía de alta capacidad sin separación en la mediana. O con la ridícula separación de unas barreras de plástico. He reclamado hasta la saciedad la utilización de elementos protectores que garanticen la seguridad de nuestros viales. Pero ya ven…
Hace nada perdíamos 7 vidas, no en una corredoira, sino en una carretera nacional, en un accidente del que, por cierto, ya nadie habla. Y ahora perdemos otra, pero podían haber sido tres, en una autovía deficiente. No podemos seguir consintiendo esta sangría. Hay que tomar ya, y de manera urgente, decisiones políticas y reclamar inversiones definitivas en seguridad viaria. Pero también hay que exigir responsabilidades. El mero hecho de que al día siguiente del accidente en la A-52 se haya colocado en ese tramo una mediana de cemento habla bien a las claras de la dejadez de los responsables de la seguridad en nuestras infraestructuras. Una dejadez que raya ya el delito.
En otro orden de cosas, mi intención inicial era reflexionar esta semana en torno a la tan traída y llevada separación de poderes. Y hacerlo al hilo de la proposición de ley orgánica presentada por el Partido Popular, en la que propone una modificación del sistema de elección de los miembros del órgano de gobierno de los jueces, con el objetivo de que 12 de sus 20 vocales sean elegidos directamente por jueces y magistrados.
No faltará quien diga que el PP bien pudo haber hecho esto que ahora solicita cuando estuvo en el Gobierno, pero en cualquier caso, más vale tarde que nunca. Y si gracias a este iniciativa se consigue despolitizar la justicia, bienvenida sea.
La separación de poderes es un principio político fundamental que caracteriza a la democracia representativa. Y así debe ser respetado. Al menos, por quienes creemos en la democracia representativa como la mejor de las formas de gobierno posibles. Porque, evidentemente, hay otras formas de gobierno. Y si hay alguien que las prefiera, no estaría mal que lo dijera abiertamente y jugásemos todos con las cartas descubiertas encima de la mesa. Entre tanto, defendamos con uñas y dientes la bondad de lo que tenemos.
Y es precisamente en la actualidad donde tantas y tantas veces me surge el condicionante que determina el contenido de estas líneas. Soy bien consciente y recibo con complicidad y agradecimiento los comentarios de quienes me reclaman que abandone mis “teimas”. Pero resulta difícil, cuando semana tras semana, casi día tras día, uno se topa con las dramáticas consecuencias de no que se haya tenido en cuenta lo que, humildemente, desde aquí se advierte, se señala, se denuncia o se propone.
No era en absoluto mi intención hablar de nuevo esta semana de la seguridad de nuestras carreteras. Pero no puedo evitar hacer, cuando menos, una mención después de que algo que he reclamado en docenas de ocasiones haya sido la causa de una nueva tragedia que ha segado una vida y ha dejado otras dos mal heridas. Hablo, por supuesto, del accidente ocurrido en la A-52. No se puede consentir en ningún caso que en 2023 sigamos teniendo vía de alta capacidad sin separación en la mediana. O con la ridícula separación de unas barreras de plástico. He reclamado hasta la saciedad la utilización de elementos protectores que garanticen la seguridad de nuestros viales. Pero ya ven…
Hace nada perdíamos 7 vidas, no en una corredoira, sino en una carretera nacional, en un accidente del que, por cierto, ya nadie habla. Y ahora perdemos otra, pero podían haber sido tres, en una autovía deficiente. No podemos seguir consintiendo esta sangría. Hay que tomar ya, y de manera urgente, decisiones políticas y reclamar inversiones definitivas en seguridad viaria. Pero también hay que exigir responsabilidades. El mero hecho de que al día siguiente del accidente en la A-52 se haya colocado en ese tramo una mediana de cemento habla bien a las claras de la dejadez de los responsables de la seguridad en nuestras infraestructuras. Una dejadez que raya ya el delito.
En otro orden de cosas, mi intención inicial era reflexionar esta semana en torno a la tan traída y llevada separación de poderes. Y hacerlo al hilo de la proposición de ley orgánica presentada por el Partido Popular, en la que propone una modificación del sistema de elección de los miembros del órgano de gobierno de los jueces, con el objetivo de que 12 de sus 20 vocales sean elegidos directamente por jueces y magistrados.
No faltará quien diga que el PP bien pudo haber hecho esto que ahora solicita cuando estuvo en el Gobierno, pero en cualquier caso, más vale tarde que nunca. Y si gracias a este iniciativa se consigue despolitizar la justicia, bienvenida sea.
La separación de poderes es un principio político fundamental que caracteriza a la democracia representativa. Y así debe ser respetado. Al menos, por quienes creemos en la democracia representativa como la mejor de las formas de gobierno posibles. Porque, evidentemente, hay otras formas de gobierno. Y si hay alguien que las prefiera, no estaría mal que lo dijera abiertamente y jugásemos todos con las cartas descubiertas encima de la mesa. Entre tanto, defendamos con uñas y dientes la bondad de lo que tenemos.