jueves. 16.01.2025

Espíritu navideño

De un tiempo a este parte, y les aseguro que no soy capaz de entender por qué, me encuentro cada vez con más personas que me dicen que odian estas fechas y todo lo que las rodea...

jose-luis-vilanova-p

De un tiempo a este parte, y les aseguro que no soy capaz de entender por qué, me encuentro cada vez con más personas que me dicen que odian estas fechas y todo lo que las rodea. El espíritu del Grinch parece estarse apoderando de la Navidad. Y es algo que me entristece sobremanera.

En mi caso, y a pesar de las ausencias –y les puedo asegurar que mis ausencias pesan muchísimo- me declaro absoluto fan de la Navidad. Llegadas estas fechas, se apodera de mí el espíritu navideño. Pero ese que tiene más que ver con el compartir que con el consumir, más con el reencuentro que con las luces, más con la felicidad a pequeña escala, en el entorno más cercano, que con las aglomeraciones multitudinarias.

Ya lo he dicho en alguna otra ocasión, supongo que esto me ocurre porque soy un nostálgico y un sentimental. O porque soy un amante de las tradiciones. Aunque en el fondo, creo que la razón última es porque mi familia es lo más importante que tengo en esta vida. Y en estas fechas, tengo la suerte de poder reunirla.

Ya me duele suficiente todo lo que ocurre en esta sociedad y en este país, el resto del año, como para trasladar también esa agria sensación a estas fiestas. Me niego. Las Navidades son un refugio, un remanso de paz, un tiempo para desconectar del exterior y centrarse en uno mismo y en los tuyos.

Lamento que la Navidad esté perdiendo su esencia y que el espíritu navideño se haya trasladado de la chimenea del hogar a los escaparates de los grandes almacenes. Del discreto Belén familiar al desproporcionado disparate de leds. Lamento que Papa Noel recorra en trineo una tierra como la nuestra en la que nunca nieva. Y lamento que hayamos importado otras muchas escenografías y paparruchas impropias de la tradición de estas fiestas. Pero quien de verdad ama y desea la Navidad aún puede celebrarla en su auténtica y genuina esencia, que para mí, como ya he dicho, se halla en el reencuentro.

Para quienes, como es mi caso, durante todo el año tenemos a nuestras hijas trabajando muy lejos de nosotros, la posibilidad de compartir con ellas estos días se convierte ya en una más que justificada razón para anhelar estas fiestas.

Esa es la Navidad que yo proclamo. La de los abrazos y las felicitaciones. La del calor del hogar en compañía de los que más quieres. La que es capaz de convertir en extraordinario cualquier pequeño detalle, cualquier mínimo gesto. La Navidad sincera, la que yo recuerdo desde niño y a la que aún ahora me aferro.

Por supuesto, no me olvido de los que faltan. De sobra sé, porque por desgracia es una emoción que me atenaza cada año, que su ausencia se hace más palpable y evidente en estas fechas. Pero su añoranza no puede mantenernos anclados en la tristeza sino que debe estimularnos a seguir adelante, a valorar, compartir y disfrutar de los afectos que tenemos. Que en mi caso, por fortuna, son muchos.

Os invito a celebrarla y a compartir la Navidad. A que hagáis especiales estos días sin que ello suponga necesariamente un derroche. Y si hay que derrochar, que sea cariño.

Felices Fiestas

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