Varias son las reflexiones que me han surgido a raíz de la triste noticia con la que nos despertamos este domingo, el fallecimiento de Pepe Domingo Castaño. Una persona que toda su vida llevó el nombre de Galicia con orgullo allí donde estuviera y que fue uno de los más grandes prescriptores de nuestra tierra, cuando los influencers aún ni siquiera habían nacido.
Una de las anécdotas más entrañables, y que mucho me ha hecho pensar, es la que cuenta en su libro de memorias Hasta que se me acaben las palabras, donde narra el encuentro que tuvo con Julio Iglesias para ayudarle a escribir su canción Un canto a Galicia. Al parecer el cantante, que no era un gran dominador de la lengua gallega, estaba atascado en un punto de la letra y llamó a Pepe Domingo para que le ayudase a salir del bloqueo. Y así fue. Hasta el punto de que ese mismo día Julio Iglesias estaba grabando la canción con la letra que hoy todos conocemos. Nadie sabe a ciencia cierta qué parte del texto fue aportación del periodista y locutor deportivo, porque nunca se desveló. En una ocasión escuché una entrevista a Pepe Domingo Castaño en la que se le preguntaba por el tema y él se limitó a decir que para nada la autoría era suya, que él solo hizo una pequeña parte.
Y decía que la anécdota en cuestión me ha hecho pensar en tanto que supone un ejercicio de humildad y de generosidad que hoy en día es casi impensable que se produzca. La generosidad de aquella generación que nació en la Galicia de los años 40, envuelta en miseria y con muchísimas dificultades para lograr salir adelante, nada tiene que ver con el egocentrismo, el individualismo y egoísmo de las generaciones actuales, nacidas del consentimiento y en la bonanza.
Al tiempo que recuerdo la entrañable anécdota del maestro Pepe Domingo leo en este diario las palabras de Ione Belarra poniendo como condición para que su partido apoye un hipotético gobierno de Pedro Sánchez el que Irene Montero repita como ministra de Igualdad. Y no puedo salir de mi asombro. Ni de mi enojo.
La condición para apoyar un gobierno no es nada que tenga nada que ver con mejorar la sociedad o las condiciones de vida de los ciudadanos. No. Es mantener a un personaje en un sillón. ¿Dónde quedan los principios? ¿Dónde están los valores?
Se supone –bueno, yo hace mucho tiempo que dejé de suponerlo- que si alguien entra en política es para luchas por lograr mejoras para la ciudadanía en su conjunto. Pero ya ven que no. Que da igual la sociedad que tengamos, el nivel de desempleo, la atención sanitaria, la formación, las infraestructuras, las herramientas de desarrollo… ¿Qué importa eso para formar un gobierno? Lo importante y la única condición requerida es que Irene Montero mantenga su poltrona.
Y otro tanto se podría decir de la actitud del PSOE, a quien ahora en absoluto le importa negociar con una partido de derechas como es Junts, liderado por la alta burguesía catalana. Yo he vivido varios años en Cataluña y conozco bien a la burguesía catalana y, desde luego, nada tiene que ver ideológicamente con Pedro Sánchez. Pero, insisto, ¿a quién le importan las ideas o los valores?
Parece ser que solo a una generación trasnochada y que, por desgracia, se nos va. Bien haríamos en tomar ejemplo de su esfuerzo, su humildad y su generosidad.