“La cesta de la compra está imposible”. Es la frase que más se repite entre dos personas que se encuentran a las puertas de un supermercado. Y desde luego, no les falta razón. Más allá de lo que dicte la cifra oficial que señala el IPC, los españolitos de a pie sabemos que de dos o tres años a esta parte, la cesta de la compra se ha encarecido, cuando menos entre un 30 y un 40 por ciento.
Y ahí nos quedamos, en el lamento. Cuando lo deberíamos hacer es indagar en las razones de fondo que han provocado esta situación y atajarlas de una vez por todas. Porque, ¿quién tiene la culpa del encarecimiento de la cesta de la compa? ¿Los productores, los fabricantes, los supermercados, la cadena de distribución...?
Es evidente que no hay un único culpable. Hace tiempo que sostengo que la realidad es mucho más compleja y que las razones que han provocados esta situación tienen que ver con la escalada de los impuestos y el aumento de los costes operativos de las empresas y autónomos que desarrollan cualquier tipo de actividad económica.
Todos los gastos vinculados a las actividades económicas, ya sean impositivos o corrientes, se han multiplicado de una manera exponencial en los últimos años. Y eso repercute de forma directa en el coste de los productos que salen al mercado. Si a la persona que lleva la furgoneta, a la que diseña las etiquetas, o a la que vende en la tienda, le subes las cotizaciones y todo tipo de impuestos, le incrementas el precio del combustible y de la energía y le generas nuevos gastos (registro de entrada y salida, riesgos laborales, etc…), no le va a quedar más remedio que incrementar los precios o subir sus tarifas, porque de lo contrario los márgenes no le van a dar y tendrá que cerrar su negocio. Es decir, la relación entre el incremento de imposiciones y gastos y el la cesta de la compra no puede ser más directa y proporcional. Como estoy seguro que de que también lo sería en el sentido contrario. Si se aligerasen los impuestos y obligaciones vinculados a la actividad económica, el coste de la cesta de la compra se vería reducido.
Y por si el incremento del coste de la vida non nos proporcionará suficientes quebraderos de cabeza, debemos añadirle también los derivados de la carestía (por no hablar de imposibilidad) del acceso a una vivienda. Este pasado domingo miles de personas se manifestaron en Madrid por esta cuestión. Pero está claro que nadie en este país, ni el Gobierno central ni las comunidades autónomas parecen decididos a coger este toro por los cuernos.
Hace ya tiempo que vengo proponiendo una medida que, si bien no va a solucionar de cuajo el problema, si que puede ayudar a destensionar el mercado de la vivienda. Y no es otra que regular el sector de los pisos turísticos de modo que quien en él ejerza declare y tribute como cualquier otra actividad económica. Porque alquilar pisos turísticos de manera recurrente, lo es. Si una persona vende un coche de manera ocasional, no pasa nada, pero si vende coches todos los días, tendrá que montar un concesionario. Pues otro tanto ocurre con los pisos turísticos.
Con esa sencilla medida, se conseguiría, por un lado, que algunas personas volvieran a poner sus pisos en alquiler porque les compensa más y les da menos quebraderos de cabeza. Y, por otro, el dinero que el Estado recaude a mayores por la tributación de esa actividad, una vez regularizada, se podría destinar a ayudas para el acceso a la vivienda de los jóvenes o de personas y familias en situación vulnerable. Desde luego, mirar para otro lado y dejar el mercado en manos de los buitres (sean del tipo que sea) es lo que no va a solucionar el problema.