viernes. 07.02.2025

¿Por qué realmente cierra el pequeño comercio?

Por mucho que sea una información que, con unas cifras u otras, aparece de manera recurrente en los medios de comunicación, el titular no deja de sobrecogerme.

jose-luis-vilanova-p

Por mucho que sea una información que, con unas cifras u otras, aparece de manera recurrente en los medios de comunicación, el titular no deja de sobrecogerme. “La crisis del pequeño comercio se ceba con Galicia: 75 cierres de media al mes”, leía hace unos días en este mismo diario. Por si no fuera ya de por sí suficientemente demoledor, la información relataba además que Galicia concentra uno de cada cinco cierres de tiendas en España en este 2024.

El periodista se preguntaba “¿por qué esta crisis azota más a Galicia que a otros territorios?” Y entre las respuestas que aportaba la asociación de autónomos Upta, estaba la del despoblamiento y el envejecimiento de la población de la Galicia no urbana. De hecho, se apuntaba que el cierre de comercios en las localidades de menos de 50.000 habitantes duplicaba el de las grandes ciudades.

No voy a negar que las razones expuestas por Upta tienen su peso en el declive del pequeño comercio. Es evidente que lo tienen. Como también lo tiene el recurrido argumento de la competencia que suponen las ventas por internet. Pero como buen conocedor del sector, al que mi familia lleva consagrada más de medio siglo y al que yo he dedicado también la mayor parte de mi vida, he de decir que las razones últimas y fundamentales de esta situación no son ninguna de las anteriormente citadas sino las desmesuradas imposiciones y obligaciones que de un tiempo a esta parte sufrimos quienes nos dedicamos a esta actividad.

Alguien que vende un mueble en Ribadumia a una persona de Santiago tiene que soportar el coste que supone tener un establecimiento físico (luz, agua, comunicaciones, IBI, seguros, alarma, basura…), el coste de la propia exposición de mobiliario, el del stock almacenado, el personal de tienda con su salario y sus cotizaciones sociales, una furgoneta, sus suministros (gasoil, seguros, mantenimiento, ITV), el conductor (con su salario y cotizaciones), los peajes, riesgos laborales, el registro de horarios… En fin, una retahíla de gastos sin fin que en los últimos años se han multiplicado desmesuradamente.

Es más, a mi mismo, desde que soy autónomo, se me ha triplicado la cuota con la misma base de cotización.

Aun reconociendo excepciones -que, por supuesto, las hay- sostengo en base a mi experiencia propia y a la de muchas de las personas del sector con las que departo, tanto a través de la Federación de Empresarios de Arousa como de la Cámara de Comercio de Pontevedra, Vigo y Vilagarcía, que la mayoría de los comercios no cierran porque hayan disminuido sus ventas sino porque se han incrementado sus gastos. Los mismos ingresos que hasta hace unos años servían para que un negocio cubriese sus costes y diese beneficios hoy ni siquiera son capaces de soportar el gasto que supone tenerlo abierto. De ahí que esos empresarios no puedan aguantar más.

Es por ello que la única solución viable para frenar esta crisis de cierres y revertir la situación pasa por aliviar a los comerciantes de algunas de esas obligaciones e imposiciones. Eso que se conoce por discriminación positiva. Si coincidimos en que los comercios de las zonas deprimidas, donde hay menos flujo de personas, son los que peor lo pasan, tomemos medidas directas (como la reducción o eliminación de algunas imposiciones) dirigidas específicamente a ellos para subsanar esa situación. De lo contrario, poco a poco, la tragedia se consumará y la mayoría irán desapareciendo.

¿Por qué realmente cierra el pequeño comercio?