Hay momentos en los que la vida te lleva por donde nunca pensaste que ibas a transitar y te deja donde nunca deseaste llegar. Y es en esos momentos cuando determinadas sensibilidades adquieren una intensidad hasta entonces desconocida, cuando determinados valores adquieren todo su sentido y pasan a convertirse en la prioridad absoluta. Es entonces cuando todo se relativiza y cuando cada quien y cada cual ocupan en verdad el lugar que les corresponde en el complejo puzzle de la vida.
En momentos así hay palabras, emociones y sentimientos que alcanzan una dimensión inverosímil, hasta el punto de que llegan a tener en tu interior una huella tan profunda como serena. Eso es lo que me ha sucedido con un humilde texto del papa Francisco, por quien desde hace tiempo he sentido admiración. Se trata de una preciosa reflexión sobre la felicidad y, aunque sé que no es lo que se estila, hoy quiero compartirla con vosotros y ojalá provoque en los lectores la cascada de emociones que ha generado en mí:
“Puedes tener defectos, estar ansioso y vivir irritado algunas veces, pero no te olvides de que tu vida es la mayor empresa del mundo. Sólo tú puedes evitar que ella vaya en decadencia. Hay muchos que te aprecian, admiran y te quieren.
Me gustaría que recordaras que ser feliz no es tener un cielo sin tempestades, camino sin accidentes, trabajos sin cansancio, relaciones sin decepciones. Ser feliz es encontrar fuerza en el perdón, esperanza en las batallas, seguridad en el palco del miedo, amor en los desencuentros.
Ser feliz no es sólo valorizar la sonrisa, sino también reflexionar sobre la tristeza. No es apenas conmemorar el éxito, sino aprender lecciones en los fracasos. No es apenas tener alegría con los aplausos, sino tener alegría en el anonimato.
Ser feliz es no tener miedo de los propios sentimientos. Es saber hablar de sí mismo. Es tener coraje para oír un ‘no’. Es tener seguridad para recibir una crítica, aunque sea injusta. Es besar a los hijos, mimar a los padres, vivir momentos poéticos con los amigos, aunque nos hieran. Es tener madurez para vivir la criatura libre que vive en cada uno de nosotros. Es tener la osadía para ser diferente y la sensibilidad para expresar ‘te necesito’. Es tener capacidad de decir ‘te amo’.
Que tu vida se vuelva un jardín de oportunidades para ser feliz… Que en tus primaveras seas amante de la alegría. Que en tus inviernos seas amigo de la sabiduría. Y que cuando te equivoques en el camino, comiences todo de nuevo. Pues así serás más apasionado por la vida. Y descubrirás que ser feliz no es tener una vida perfecta, sino usar las lágrimas para regar la tolerancia. Usar las pérdidas para refinar la paciencia. Usar las fallas para esculpir la serenidad. Usar el dolor para lapidar el placer. Usar los obstáculos para abrir las ventanas de la inteligencia.
Jamás desistas de ti… Jamás desistas de las personas que te aman. ¡Jamás desistas de ser feliz!”.
(Jorge Mario Bergoglio)