“La tierra esa para quien la trabaja” era un histórico lema de la revolución zapatista. Trasladado al día de hoy, también podríamos demandar que “los recursos públicos son para quienes los necesitan”. Y es que con demasiada frecuencia comprobamos que los dineros de las arcas del Estado que, recordemos, son de todos, tienen destinos más bien poco apropiados, muy alejados del bien común o de la ayuda social que se supone debe ejercer un Gobierno. Y más si se dice socialista.
Soy un firme defensor de que las inversiones públicas deben tener como destino prioritario las infraestructuras, la sanidad y la educación. Y a partir de ahí, lo estudiamos. Pero nunca pueden ir dirigidas a negocios en los que el sector privado ya ofrece una más que suficiente cobertura. Es el caso, por ejemplo, de los albergues.
Quiero recursos públicos, por ejemplo, para que el tren de alta velocidad llegue a Vigo y a Pontevedra. O para que un área como la de Pontevedra-O Salnés, que supera los 300.000 habitantes y que recibe, según los datos aportados hace unos días, a un millón de visitantes, no cuenta tan solo con diez camas UCI. O para que quienes viven en el rural puedan tener internet de calidad y poder así defender la competitividad de sus negocios. Porque son precisamente todas esas cosas básicas, a las que tantas veces no llegan los recursos, las que nos hacen ser más competitivos.
Pero no, resulta que los recursos de todos se destinan a cuestiones del todo punto innecesarias como es la puesta en servicio de albergues públicos. Algo que resulta incomprensible cuando estamos viendo, máxime estos días, como muchos establecimientos hoteleros de nuestra comarca están cerrando sus puertas hasta Semana Santa porque no son capaces de sostener los gastos que les supone seguir abiertos.
A ellos es a quien deben dirigirse esos recursos. Porque solo así conseguiremos desestacionalizar y dinamizar nuestra economía. Los albergues públicos son un modelo absolutamente anacrónico. Otras ciudades que también son destino de peregrinación como Roma o Jerusalén no los tienen, Y aquí no solo es que se estén abriendo albergues públicos sino que eso está llevando a que muchas iniciativas privadas estén apostando ahora por ese formato. Y no es el formato ni el modelo de turismo que deberíamos promocionar.
También soy un firme defensor del Camino de Santiago. Pero el Camino, y el turismo en general, ya que a día de hoy el peregrino es claramente un turista, lo que tiene es que generar valor, no volumen. De nada nos sirven que vengan 300.000, 500.000 o dos millones, si al final lo que estamos haciendo es degradar al sector y mantener de un modo artificial tarifas que son insostenibles. E, insisto, que están abocando a la ruina a quienes sí que tienen sus establecimientos en regla, cumplen con todos sus servicios, pagan a sus trabajadores y cotizan todos sus impuestos, sin recibir ni un euro de las arcas del Estado.
Esta bien que ofrezcamos facilidades a quienes nos visitan. Pero ¿por qué en el alojamiento y no, por ejemplo, en el calzado? Los peregrinos también necesitan botas y zapatillas. Abramos entonces zapaterías públicas. Es un sinsentido, ¿verdad? Pues los albergues, también.