Me sumo, por supuesto, desde estas líneas a las merecidas felicitaciones a los distinguidos y me congratulo como el que más con la concesión de una segunda estrella Michelin a Pepe Vieira y la concesión de nuevas estrellas al restaurante padronés O’Pazo y al ourensano Ceibe. Es importantísimo para una provincia eminentemente turística como la de Pontevedra contar dos establecimientos con dos estrellas Michelin. Los dos únicos de Galicia, por cierto. A lo mejor hasta tiene que ver con que estas prestigiosas y reconocidas estrellas se concedan tras un riguroso proceso de examen y desde fuera de nuestra comunidad. Si su concesión dependiese de un político gallego, también tendrían un dos estrellas nuestros vecinos del norte, no lo duden.
De la trascendencia que para las Rías Baixas supone el contar con estos dos dobles estrellas da fe la propia guía que las concede. La primera estrella, explican desde la Guía Michelin, se otorga a un buen restaurante dentro de su categoría. La segunda dicta que ofrece excelente comida y que vale la pena un cambio de ruta. Y la tercera indica una cocina excepcional, ideal para hacer un viaje exclusivo para conocer el lugar. Ojalá nos llegue pronto esa tercera estrella porque es incuestionable que en Galicia contamos con restaurantes que claro que merecen un viaje solo para disfrutarlos.
En cualquier caso, y sin restar un ápice de merecimiento a la importancia de los galardones concedidos, creo que no conviene lanzar las campanas al vuelo. Bien sabido es que aquí, a la mínima, tenemos tendencia a autoproclamarnos campeones mundiales de lo que sea. Y, de momento, en la gastronomía de creación, aún no lo somos. Basta para corroborarlo con mirar comparativamente a nuestro alrededor.
A Asturias, por no ir más lejos. Nuestra comunidad vecina cuenta con nueve estrellas Michelín, que es más que la mitad de las 16 gallegas, aun cuando Galicia cuenta con casi el triple de población que el Principado. En el ratio de estrellas por habitante, salimos claramente perdedores. Por no hablar de otras que cuentan con mayor tradición en el mundo de la alta cocina como País Vasco o Cataluña.
De ahí mi llamamiento a una cierta prudencia. Una prudencia que siempre es mucho más positiva que la complacencia. En tanto que nos permite un amplio margen de mejora. Galicia aún tiene un enorme recorrido por delante en el ámbito de la gastronomía y nuestro deber es aprovecharlo al máximo. Porque nos va muchísimo en ello. Restaurantes renombrados como los galardonados por Michelin son un foco de atracción muy importante para un público que genera mucha riqueza y valor en nuestro territorio.
Es por ello que, como tantas veces he reclamado desde esta sección, debemos no solo mantener sino redoblar nuestra apuesta por la calidad. Solo así alcanzaremos la meta de la excelencia que tanto ansiamos y que tantos beneficios nos puede reportar.
Queda margen de mejora. No hemos tocado techo, ni mucho menos. Las gastronomía gallega se está acercando a la élite y así lo reconoce la guía más prestigiosa del mundo. Una muestra más de que ese, y no otro, es el buen camino. El camino guiado por las estrellas.